sábado, 31 de marzo de 2012

Despertares.Cap.3 "Para mis “Guerrer@s de la Luz”


Todo esto le venía demasiado grande así que en un intento de poner fin cerró  los ojos, se tapó las orejas y esperó a ver sí de este modo silenciaba a “los que ahora oía”, pero fue dándose cuenta que aquellas voces no eran  producto de sus propios pensamientos. Y allí parado, en medio de la calle, se esforzaba en desconectar el  fusible que había desencadenado toda aquella maquinaria en su cerebro para así poder volver a la normalidad.

¿Se habría invertido algo en su cerebro?, pues si eso era  así,  ojala  pudiese volver a revertir el proceso… ¿Pero?…. -siguió preguntándose-  ¿Y si había sido un regalo?... Pues entonces ojala pudiera devolverse,  porque él “para nada” lo quería. ¡Sólo le faltaba eso! ¿De qué le iba a servir a él todo aquello?

Escuchaba lo que pensaban esas personas y le parecía horrible que se le metieran en su cabeza volviéndolo loco,  unas luchaban por conformarse con lo debían afrontar, en cambio otras ¡eran tan despiadadas!: planeaban cosas terribles y aquello le provocó una gran agitación interna.


Pensó sí  le habrían instalado dentro de su cabeza  “un canal de radio abierto” a través del cual él oía lo que decían,  pero aún iba más allá,  también sentía lo mismo que ellos e incluso veía el color que emanaban sus cuerpos.  A esta luz la denominaban “aura”. Recordó que una vez leyó que los perros la veían ¿Sería el aura la luz que él  pudo ver?

Una sacudida en la espalda seguida de una voz familiar, harían que de repente todo volviera a ser normal.

-         Sr. Ernesto, no se asuste soy yo, su Lola. No es nada importante. Quería decirle adiós antes de irme y por eso anduve buscándole. Le he dejado la mesa puesta para cuando usted quiera almorzar. Su comida está dentro del microondas y hay un pudding buenísimo para el postre en la nevera, Bueno cuando lo pruebe  ya me dirá. ¡Procure comer!,  ¡tiene usted que reponer fuerzas hombre!, ¡está más  delgado… eso no puede ser! Por la comida de estos días no se preocupe que de eso ya se encarga Lola, usted ponga de su parte en recuperar el  ánimo que lo veo tan bajito de ánimo que me parece usted un cachorrito perdido. Y bien sé yo  que usted no es de esos, usted es muy fuerte. No se preocupe y verá como con el pasar de los días va encontrándose cada vez mejor…. ¿Le acompaño a su casa?
-         No se preocupe Lola, sólo me maree un poco, eso es todo. Debió ser por el tiempo que pasé acostado en el hospital. Pero ya estoy bien. Como ve,  no fui muy lejos.
-         Ay, Sr. Ernesto se me cuida usted mucho, eh?  y cualquier cosa no tiene más que llamar a Lola que viene aquí enseguidita.
-         Gracias Lola.
-         A mandar que para eso estamos,  ¡Ay!, ¿Sí no nos ayudarnos unos a otros cuando haga falta?, y con los años me doy cuenta que mas pronto que tarde a todos nos hace falta. Bueno pues sino necesita nada  me voy ya.
Y diciendo esto, cogió el canasto que había dejado en el suelo y con una sonrisa dulce le dijo:
-         ¡Vaya usted con Dios!
-         Adiós Lola, gracias de nuevo.
-         Usted, no tiene que darlas.

Ernesto se quedó allí parado mirando cómo Lola se alejaba, llevaba su canasto en la mano y viéndola tan pequeñita pensó que aquella personita en apariencia frágil y de poco espíritu distaba mucho de ser lo que aparentaba. Al regresar a casa vio que había salido sin chaqueta y que tampoco llevaba puesto los calcetines, Lola los había dejado allí en el recibidor para que él los encontrara al llegar  y una gran sonrisa se dibujó en su cara. ¡Vaya pinta llevaba y se había paseado por la calle de su barrio así!


En el mismo día, y por segunda,  vez entraba en aquél apartamento tras su salida del hospital y otra vez le faltaba el aire. La angustia lo envolvía para apoderarse de él nuevamente.

Esta vez no estaba dispuesto a dejarse llevar por esta sensación, abrió las ventanas de par en par y dejó que el aire de la calle circulara a su antojo, trayendo la calma, y el aire que  se escapaba de él.

Esta vez,  estaba decidido a afrontar lo que le pasase. Su decisión  hizo que se fuera  tranquilizando y le animó a forjar un plan para conseguirlo:

 Lo primero,  sería informarse, porque para él siempre era mejor saber que ignorar (a pesar de que lo que pudiera descubrir no compensara en su final) porque lo que peor llevaba era la pérdida de control de los hechos. Se negó entonces  a seguir ignorando y aún a pesar del miedo…. Éste,  no podía ser peor que por lo que estaba pasando ahora.

 Fue a darse una ducha como siempre hacía al llegar del trabajo y se dispuso a buscar información acerca de las ECM (experiencia cercana a la muerte) así es cómo llamaron los doctores a lo que le había pasado. Sentado delante del portátil comenzó a leer,  a buscar más y más,  y se le pasaban las horas sin que él lo supiera hasta  que empezó a sentir hambre.  Recordó que Lola le había dejado preparado el almuerzo, que ya era la cena, y estaba en el microondas. Así que fue a comer algo.

Luego de reponer fuerzas la curiosidad lo tenía tan atrapado que sin pensarlo se levantó de la mesa con el propósito de continuar.

Siguió leyendo en su portátil y cuanto más leía más cosas en común encontraba con su propia experiencia. Casi todos coincidían en que pasaron por una OCB (out of  body experience, “salida fuera de su cuerpo”), y mucho de lo que contaban era similar a lo que él mismo experimentó: OCB,  la luz al final del túnel, sensación de paz y despreocupación, conectar con  familiares durante el tiempo en el que permanecieron en la luz, pero por más que buscaba no encontraba nada acerca de lo que él había experimentado en la calle. ¡Y eso que había pasado horas y horas leyendo sobre el tema!

No podía ser que de eso nadie dijera nada. Claro que ¿Quién se iba a atrever a contar tal disparate?,  parecían cosas que nadie las tomaría en serio, Pero ... ¿ pudiera ser que aunque les hubieran pasado?…. ¿Ellos, aquello no lo hubieran contado?

Intentaría contactar de viva voz con aquellas personas e iría tanteándolas, tal vez así, viendo que a él le había pasado por la misma experiencia cercana a la muerte, les contarían algo más que no hubieran hecho público. Eso, o tendría que ir al psicólogo como le aconsejaron los médicos en el hospital para hablar con alguien sobre el tema. Porque..., también, y eso no lo perdía de vista,  su cerebro, ahora le estuviera jugando malas pasadas…. Y una disociación del momento, verbigracia que su mente buscó para huir de  tan traumático shock le habría podido dejar ahora estas secuelas.

Después de todo, también debía considerar lógico que algún fusible que otro no funcionaran muy bien tras semejante trauma. Esa, era otra posibilidad,….. la de hablar con un loquero. Pero la tomaría como segunda opción.

Sería estupendo pasar ahora por un RCM, algo que él mismo conocía tan bien por la informática. Resetearse, testearse y comenzar de cero…….

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