Todo esto le venía demasiado grande así que en un intento de
poner fin cerró los ojos, se tapó las
orejas y esperó a ver sí de este modo silenciaba a “los que ahora oía”, pero
fue dándose cuenta que aquellas voces no eran producto de sus propios pensamientos. Y allí parado,
en medio de la calle, se esforzaba en desconectar el fusible que había desencadenado toda aquella
maquinaria en su cerebro para así poder volver a la normalidad.
¿Se habría invertido algo en su cerebro?, pues si eso era así, ojala
pudiese volver a revertir el proceso…
¿Pero?…. -siguió preguntándose- ¿Y si había
sido un regalo?... Pues entonces ojala pudiera devolverse, porque él “para nada” lo quería. ¡Sólo le
faltaba eso! ¿De qué le iba a servir a él todo aquello?
Escuchaba lo que pensaban esas personas y le parecía
horrible que se le metieran en su cabeza volviéndolo loco, unas luchaban por conformarse con lo debían
afrontar, en cambio otras ¡eran tan despiadadas!: planeaban cosas terribles y
aquello le provocó una gran agitación interna.
Pensó sí le habrían
instalado dentro de su cabeza “un canal
de radio abierto” a través del cual él oía lo que decían, pero aún iba más allá, también sentía lo mismo que ellos e incluso
veía el color que emanaban sus cuerpos.
A esta luz la denominaban “aura”. Recordó que una vez leyó que los
perros la veían ¿Sería el aura la luz que él
pudo ver?
Una sacudida en la espalda seguida de una voz familiar,
harían que de repente todo volviera a ser normal.
-
Sr. Ernesto, no se asuste soy yo, su Lola. No es nada
importante. Quería decirle adiós antes de irme y por eso anduve buscándole. Le
he dejado la mesa puesta para cuando usted quiera almorzar. Su comida está
dentro del microondas y hay un pudding buenísimo para el postre en la nevera, Bueno
cuando lo pruebe ya me dirá. ¡Procure
comer!, ¡tiene usted que reponer fuerzas
hombre!, ¡está más delgado… eso no puede
ser! Por la comida de estos días no se preocupe que de eso ya se encarga Lola, usted
ponga de su parte en recuperar el ánimo
que lo veo tan bajito de ánimo que me parece usted un cachorrito perdido. Y
bien sé yo que usted no es de esos,
usted es muy fuerte. No se preocupe y verá como con el pasar de los días va
encontrándose cada vez mejor…. ¿Le acompaño a su casa?
-
No se preocupe Lola, sólo me maree un poco, eso es
todo. Debió ser por el tiempo que pasé acostado en el hospital. Pero ya estoy
bien. Como ve, no fui muy lejos.
-
Ay, Sr. Ernesto se me cuida usted mucho, eh? y cualquier cosa no tiene más que llamar a
Lola que viene aquí enseguidita.
-
Gracias Lola.
-
A mandar que para eso estamos, ¡Ay!, ¿Sí no nos ayudarnos unos a otros cuando
haga falta?, y con los años me doy cuenta que mas pronto que tarde a todos nos
hace falta. Bueno pues sino necesita nada me voy ya.
Y diciendo esto, cogió el canasto que había dejado en el
suelo y con una sonrisa dulce le dijo:
-
¡Vaya usted con Dios!
-
Adiós Lola, gracias de nuevo.
-
Usted, no tiene que darlas.
Ernesto se quedó allí parado mirando cómo Lola se alejaba,
llevaba su canasto en la mano y viéndola tan pequeñita pensó que aquella
personita en apariencia frágil y de poco espíritu distaba mucho de ser lo que
aparentaba. Al regresar a casa vio que había salido sin chaqueta y que tampoco
llevaba puesto los calcetines, Lola los había dejado allí en el recibidor para
que él los encontrara al llegar y una
gran sonrisa se dibujó en su cara. ¡Vaya pinta llevaba y se había paseado por
la calle de su barrio así!
En el mismo día, y por segunda, vez entraba en aquél apartamento tras su
salida del hospital y otra vez le faltaba el aire. La angustia lo envolvía para
apoderarse de él nuevamente.
Esta vez no estaba dispuesto a dejarse llevar por esta
sensación, abrió las ventanas de par en par y dejó que el aire de la calle
circulara a su antojo, trayendo la calma, y el aire que se escapaba de él.
Esta vez, estaba
decidido a afrontar lo que le pasase. Su decisión hizo que se fuera tranquilizando y le animó a forjar un plan
para conseguirlo:
Lo primero, sería informarse, porque para él siempre era
mejor saber que ignorar (a pesar de que lo que pudiera descubrir no compensara
en su final) porque lo que peor llevaba era la pérdida de control de los
hechos. Se negó entonces a seguir
ignorando y aún a pesar del miedo…. Éste, no podía ser peor que por lo que estaba
pasando ahora.
Fue a darse una ducha
como siempre hacía al llegar del trabajo y se dispuso a buscar información
acerca de las ECM (experiencia cercana a la muerte) así es cómo llamaron los
doctores a lo que le había pasado. Sentado delante del portátil comenzó a leer,
a buscar más y más, y se le pasaban las horas sin que él lo
supiera hasta que empezó a sentir hambre.
Recordó que Lola le había dejado
preparado el almuerzo, que ya era la cena, y estaba en el microondas. Así que
fue a comer algo.
Luego de reponer fuerzas la curiosidad lo tenía tan atrapado
que sin pensarlo se levantó de la mesa con el propósito de continuar.
Siguió leyendo en su portátil y cuanto más leía más cosas en
común encontraba con su propia experiencia. Casi todos coincidían en que
pasaron por una OCB (out of body
experience, “salida fuera de su cuerpo”), y mucho de lo que contaban era similar
a lo que él mismo experimentó: OCB, la
luz al final del túnel, sensación de paz y despreocupación, conectar con familiares durante el tiempo en el que
permanecieron en la luz, pero por más que buscaba no encontraba nada acerca de
lo que él había experimentado en la calle. ¡Y eso que había pasado horas y
horas leyendo sobre el tema!
No podía ser que de eso nadie dijera nada. Claro que ¿Quién
se iba a atrever a contar tal disparate?, parecían cosas que nadie las tomaría en serio,
Pero ... ¿ pudiera ser que aunque les hubieran pasado?…. ¿Ellos, aquello no lo
hubieran contado?
Intentaría contactar de viva voz con aquellas personas e
iría tanteándolas, tal vez así, viendo que a él le había pasado por la misma
experiencia cercana a la muerte, les contarían algo más que no hubieran hecho
público. Eso, o tendría que ir al psicólogo como le aconsejaron los médicos en
el hospital para hablar con alguien sobre el tema. Porque..., también, y eso no
lo perdía de vista, su cerebro, ahora le
estuviera jugando malas pasadas…. Y una disociación del momento, verbigracia
que su mente buscó para huir de tan
traumático shock le habría podido dejar ahora estas secuelas.
Después de todo, también debía considerar lógico que algún
fusible que otro no funcionaran muy bien tras semejante trauma. Esa, era otra
posibilidad,….. la de hablar con un loquero. Pero la tomaría como segunda
opción.
Sería estupendo pasar ahora por un RCM, algo que él mismo
conocía tan bien por la informática. Resetearse, testearse y comenzar de cero…….
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