lunes, 27 de febrero de 2012

Los hombres de negro. Continuación del Juego. Capítulo 5


Entró en al hostal evitando a la Sra. Vinces, ella no tardaría en subir a verle si se  percataba de que había llegado ya, sabía que le reclamaría el canje de la plata que no le había pagado aún  por un cobro en especias, y  aquella noche él no estaba para esos menesteres. Así que anduvo con sigilo desde la recepción hasta su cuarto y dejó la llave puesta en la puerta por dentro.

Se descalzó, los pies le ardían, mientras se quitaba la ropa dio un repaso a cómo había ido la partida de esa noche. Las cosas habían marchado como esperaba. Por la mañana se vería con Anne para hablar del asunto de los planos de la máquina, y vería con ella cómo hacer la gestión para registrar la patente.

Entonces el móvil empezó a sonar. Y él se sintió inquieto.

-Dígame.

-No piense que va a salirse con la suya. ¿Acaso pensó que no nos enteraríamos?, ¿Con quién se cree

miércoles, 22 de febrero de 2012

El cebo.Continuación del Juego. Capítulo 4


Necesitaba pasta para la partida  y su Rolex era lo único que le alumbraba, así que tenía que convertirlo en billetes, su siguiente parada era la casa de empeños.
Miró su muñeca y pensó:

-         ¡Para ya con la nostalgia Cronwen!, ¡no vas a perder el reloj! ¡Eso es seguro!

Consciente de que no le quedaba otra que empeñarlo,  se animó haciendo una reflexión:

-         Un perro de pelea,  cuando consigue  morder la yugular ya no la suelta. Cronwen, tú céntrate en ir a por la pasta. Y tu mordida hará que luego recuperes el reloj.

Y en estas estaba cuando entraba a la casa de empeños.

Anne. Continuación del Juego. Capítulo 3.


La casualidad nos rodea, algunos prefieren llamarla causalidad, pero ¿cómo distinguir a veces entre azar y sino?  Tal vez el echo de discernir sobre lo casual sea lo que la convierta en causa.
Anne en su reencuentro con Cronwen supo que se habían entremezclado ambas.

Acompañada por su grupo de amigos, esperaba haciendo cola en la calle para ver el estreno de una película cuando su móvil empezó a sonar.

domingo, 19 de febrero de 2012

Cronwen. Continuación del Juego. Capítulo 2.


Sacó la cartera del bolsillo trasero de su pantalón y por enésima vez contó la calderilla que  llevaba encima. Rebuscaba entre los pliegues para no dejar ninguna monedilla  atrás.

- Uf,… 2, 40 euros. Habrá suficiente para otro café.

Allí sentado, un poco apartado pero desde donde divisaba todo el bar quiso pasar inadvertido. En realidad no era eso lo que le gustaba. Acostumbraba a llegar a los sitios pavoneándose henchido al notar cómo todos se fijaban. Fumaba dando grandes caladas, mientras decidía si pedir otro café. Con lo que le alumbraba, mejor quedarse allí un poco más. Eso haría, pediría otro café,  sería como empezar de nuevo, como si acabase de llegar. Así acallaría aquellas miraditas del camarero y podría pedirle otro vaso de agua.

- A la mierda el camarero,  está de suerte. Hoy es el quien se ganará el sueldo.

Pero la sed que Cronwen tenía no la saciaba el agua, ni el café que se tomaba a minúsculos sorbitos para que no se acabara en seguida. Necesitaba tiempo para pensar. Estaba con la soga al cuello y seco de ideas. 

jueves, 16 de febrero de 2012

La cita


Miró su reloj, guardó el móvil en el bolso y dejó pagada la cuenta. Cada minuto de más que estaba allí sola  pesaba, haciéndola pequeña e insignificante. 

Salió del restaurante avergonzada, tenía la sensación de que allí todos se habían dado cuenta de que estaba esperando en vano.

Le habían dado plantón.

Aquella no era su ciudad. Y allí no conocía a nadie más.

-         ¡Desgraciado!, hace una semana que sabías que vendría. – nota- ¡borrar a este imbécil de mi móvil y de mi vida de inmediato! ¡pensar que le llamé por lo mucho que me insistió! –Idiota-. Definitivamente borrado.

El plan B no era muy consolador:

miércoles, 15 de febrero de 2012

El Juego

En el aeropuerto, momentos antes del embarque apuraba su cerveza, ahora sí que lo había conseguido, miró el reloj y pensó que le quedaba muy poco para hacer realidad lo que tantas veces había imaginado que haría y en el último momento acababa por echarse atrás.
En realidad, lo que la consumía era el aburrimiento supino en que se había convertido su vida. Sobrevivía dejándose llevar, salía porque tocaba, bebía porque era hora y trabajaba porque no tenía más remedio, luego a dormir, y ya había pasado un día más. Una semana, un mes, un año, otro.
Sí, la suya era una vida de fácil, cómoda, pero tremendamente anodina, su sufrir era un sufrir apagado, silencioso, lleno de desidia y puro bostezo. Pero al menos esa melancolía la hacía sentirse viva, de no ser así, ¿Qué le quedaría? Nada. Pensaba que al menos eso, era mejor, que nada.
No soltaría lastre. Aún guardaba la vana esperanza de estar equivocada y que un día él volviera arrepentido, entre tanto decidió enviudar. Se le había muerto el amor. No había hombre que pudiera competir con los recuerdos que en su mente crecían haciéndose grandes cual coloso.