miércoles, 30 de mayo de 2012

Despertares.Cap.7 "Para mis "Guerrer@s de la Luz"


De camino a su casa Ernesto se recordó que debía aprovechar el tiempo, sabía muy bien que su periplo en esta vida era limitado, la imaginó como un paquete de arroz del que cada día gastaba un grano. La idea de tener a la vista el contenido e ir viendo como se iba vaciando lenta pero inexorablemente le turbó. Cada grano gastado, consecuencia de un día vivido, no debía ser desperdiciado, habría de germinar. Lo finito de la vida  le causó premura y desazón. Pensaba que aún quedaban cabos sueltos, como el amor, de él quería experimentar su pasión, el desenfreno y quemarse entre sus llamas  hasta arder como una tea llegando al fin hasta sus últimas consecuencias.  Y haría lo que fuera para provocar  que ocurriera.

La pregunta que le había hecho Isaac Luck le hizo que aún lo deseara más: “¿Ha estado casado, tenido hijos?” Le faltó el valor para confesarle que en realidad no había conocido el amor, nunca había acariciado un cuerpo desnudo, ó besado  apasionadamente. Sólo sabía de amores  platónicos por consiguiente soñaba lo que imaginaba que sería. Era el amor que sintió por Lucía. ¿Qué habría sido de ella?, se habría casado, tendría marido e hijos, ¿estaría separada?. Todo podía ser. Vivir en pareja no daba las garantías de encontrar el amor. Después de todo, él no era el único que andaría buscándolo, aunque sí fuera de los pocos que aún no lo hubiese experimentado. Ahora mas que nunca lamentaba el tiempo perdido, y recuperarlo era uno de sus nuevos propósitos.

jueves, 10 de mayo de 2012

Balandro


Allí sentada sobre aquél acantilado desde el que oía la mar y frente al que divisaba un  océano inmenso que se perdía ante sus ojos,  dejó llevar a su mente deseosa de levitar bajo sus efectos.

El olor a mar inundó sus sentidos y sintió su latir a cada pulso fluyendo por su cuerpo. Sin duda la magia del agua la estaba despertando, su fuerza la impregnaba de bravura sintiéndose ahora poderosa.

La mar la había hechizado. Sí, ahora estuvo segura ¡y éste era un encantamiento maravilloso! Quería poder y sentía que podría. Que no había fuerza mayor que la de querer.


Cerró los ojos entendiendo el rumor del agua que le hablaba, el ir y venir de aquella marea que como sus días se agitaba para acercarse y luego poco a poco despedirse,  era  la vida en su más pura esencia.