La casualidad nos rodea, algunos prefieren llamarla causalidad,
pero ¿cómo distinguir a veces entre azar
y sino? Tal vez el echo de discernir sobre lo
casual sea lo que la convierta en causa.
Anne en su reencuentro con Cronwen supo que se habían entremezclado ambas.
Acompañada por su grupo de amigos, esperaba haciendo cola en la
calle para ver el estreno de una película cuando su móvil empezó a sonar.
-
¿Si, Dígame?
-
Hola Anne, soy
Enrique, mañana voy a la presentación de un proyecto de unos amigos, habrá un
coctel cuando termine, es en un hotel del centro, ¿te apetece venir?
-
¿De qué va la presentación?
-
De un edificio modernista, lo han diseñado unos amigos míos por encargo
de un grupo de empresas Argentinas. El proyecto se ha aprobado y ellos lo
presentan. Han hecho una maqueta del edificio para que pueda verse, estará muy
bien. Será divertido, ya veras. Son muy buenos arquitectos.
-
Qué rabia mañana por la tarde tengo una cita de trabajo,
voy a ver si puedo cambiarla a otro día.
Luego te llamo.
-
Chao entonces hablamos luego.
-
Vale, adiós. Besos.
Anne casi siempre estaba colgada del móvil. Rezagada del
grupo, los demás seguían adelante en la
cola, estaban ya bastante apartados de ella.
Pero su móvil empezó a sonar, esta vez le entraba un
mensaje.
Decía: - Anne, ¿Querrá comenzar el juego con este servidor?
...suyo siempre. Cronwen.
Anne volvió a leer el mensaje un par de veces más. Era
Cronwen, sí.
Un mes después de aquél viaje en avión donde lo conoció, le envió un mensaje al móvil del que no obtuvo
respuesta.
- Un año, y este SMS. ¿Por qué? ¿Habría
venido aquí?
Entonces lo grabó como un nuevo contacto, como nombre
escribió: Sr. answer. Y pulsó la opción de guardar.
No había hablado nunca a nadie de Cronwen ni de su viaje.
Pero esta mañana se había acordado de Cronwen, pensó que era mucha casualidad
que también hoy hubiese tenido noticias suyas. Guardó el móvil en el bolso y se
fue a buscar a sus amigos que estaban ya entrando en el cine.
A la mañana siguiente nada más levantarse buscó su móvil
para ver sí tenía llamadas. No había nada nuevo.
Pensó:
- Tengo que contestar
ya. Pero ¡qué cobarde soy! ¿A que estoy esperando para responder?
Y escribió:
-
¡¡¡Hola!!!! No
lo puedo creer ¿Está usted aquí? perdón por el retraso en contestar, ¡qué
sorpresa por Dios! ¿aún quiere jugar el juego?
Y pulsó: enviar el mensaje.
Entonces cayó en que había quedado ya hoy con su amigo en
una cafetería para ir juntos a la presentación.
-
¿Pero en qué estaba pensando?, si está aquí y me
llama para quedar esta noche, no podré, no puedo dejar plantado a Enrique…pero
a lo mejor no está, bueno ya está hecho.
A las 6:45 de la tarde, estaba entrando en la cafetería, su
amigo se acercó hacia ella y la besó.
-
¡Caray Anne, cada día estás más guapa! Ese perfume tuyo
me encanta
.
-
¿Crees que nos dará tiempo de tomar un café? Tengo que
inyectarme un poco de cafeína en vena.
-
Claro, hay tiempo para un cafetito.
-
¿Sabes?, esta mañana he recibido noticias de alguien “especial”
para mí.
-
¿Me estás hablando de alguien por el que tú, Anne “estás interesada”?, Cuenta, soy todo
oídos, ¡me tienes en ascuas!
-
Sí… y… no, ¡ay!, bueno le conocí: un “rato” de un día
de hace ya un año, y no nos hemos
vuelto a ver. Ni he tenido noticias suyas hasta ahora. Y me ha llamado creo que
para que nos veamos.
-
Mis ascuas empiezan a hacer llamas, por lo que deduzco
no vive aquí. Pero vamos al grano ¿Y tú qué le has dicho?
-
No lo sé, él me envió un SMS al móvil, así que yo le he
devuelto otro. Ahora le toca mover ficha a él.
-
Menos mal…., Entiendo que ¿por lo menos habréis quedado
en veros no? Bueno, vamos por buen camino, y dime ¿Cuándo lo verás?
-
No, no hemos quedado. Me cogió tan de sorpresa, pero al
menos le dejé una pregunta en el aire.
-
Anne, es hora de irse. Ya me explicarás por el camino qué
has querido decir con eso. Vámonos o se nos hará tarde y allí no debemos
retrasarnos.
En el salón del hotel donde se estaba viendo el desarrollo de la presentación, había mucha gente, pero ellos dos tenían un buen sitio, porque Enrique, era muy amigo de los arquitectos, una vez terminó, la gente pasó a un salón
contiguo que se abrió y desde el que se
podía acceder a unas terrazas. Había
empezado a servirse el coctel.
Ella se alejó un poco del barullo de saludos y
felicitaciones, esperando a que su amigo
saludara a sus amigos y conocidos y regresara. Se entretenía con los
aperitivos, observando las mesas, algunos de diseño espectacular, miniaturas de
bocaditos, canapés, chupitos… las bandejas que los contenían tenían formas
geométricas asemejando el edificio que acababa de ver en la maqueta, repartidas
por las mesas del salón. Ella cogió un copa de vino que le ofreció uno de los
camareros que pasaban las bandejas con bebidas y aperitivos calientes.
Oyó una voz que le
era familiar, venía de la reunión de al lado, casi se engollipa tragando el
sorbo de vino, se giró buscando con la mirada
para ver si encontraba un rostro familiar al que poner cara a esa voz que ella conocía. Su corazón empezó a latir queriendo salirse del pecho. Era Cronwen.
¿Cómo era posible? ¡qué casualidad!. Se preguntó si él la habría visto a ella.
Esperó casi sin querer girarse del todo a ver si se percataba de que ella
estaba allí.
Cronwen mantenía una animada charla en una reunión. Se le veía en su salsa. Parecía estar contando algo ameno porque
todos estaban muy atentos a lo que él decía.
Hubo un momento en el que sus miradas se cruzaron, él dejó
la reunión, iba hacia ella buscando su mirada nuevamente.
-
Anne, qué alegría. Recibí tu mensaje. Caray, que
sorpresa, no pensé que te vería hoy mismo,
el trabajo me ha tenido todo el día muy ocupado. Bueno por fin todo ha ido
bien, hoy ya he terminado y puedo relajarme. ¿Qué tal te va? te extrañé todo
este tiempo. A veces pensé en nuestro viaje juntos en aquel avión.
¿Sigue dándote miedo volar?
-
Sí, en eso no he cambiado, ¡OH!,… bueno, no es que halla cambiado en otras cosas… Verás
he querido decir que sí, que sigue dándome miedo esa clase de alturas.
Cronwen notó que estaba nerviosa y quiso relajarla.
-
Bueno Anne, voy a estar viniendo mucho ahora por
trabajo. Si las cosas van bien pasaré incluso temporadas aquí. Así que espero
que nos veamos. Y nos conozcamos…. Este….,
Anne, me voy a descubrir por vos
al fin. Así que me confesaré, me he puesto un poco nervioso cuando te he
visto. Pero es bonito, los nervios nos hacen sentir que estamos despiertos por
dentro. ¿No te parece? Desde que nos sentamos en el avión, pensé que entre
nosotros hay feeling, y la atracción por
vos me hace desear conocerte. Y te tengo delante, y no quiero perder la
oportunidad de decirlo. Me pesa el año que hace que no lo dije. Me dejarás
ahora que te invite a una copa Anne.
-
Si, sí yo pongo los snacks Cronwen.
Ella sabía que Cronwen era distinto de los hombres que habían
pasado por su vida. Esa mirada profunda en sus ojos irradiaba energía, delataba la intensidad de su vida cardada de vivencias y envolvía a todo el que la recibía.
Cronwen y ella, con
intermedios, ya no dejarían de verse.
En su regreso de la presentación Enrique subió al piso de
Anne para tomar la última copa juntos.
-
Bueno Anne, ¿me vas ha decir ya quien era ese con el
que hablabas en el coctel?, ví que cómo te fijabas en él, así que no me vengas
con monsergas, lo estabas mirando, he
visto cómo se te caía la baba mientras te fijabas en él. ¿No será otro por el
que te has colado, verdad? Eso sí que sería ya la leche. No voy a irme de aquí
sin que me lo cuentes todo aunque mañana me tenga que ir al trabajo
arrastrándome de sueño.
-
No, otro no por Dios, ese es el que te conté.
-
¿Cómo?, ¿el del mensaje?, no puede ser. ¿Qué casualidad
no?.
-
Si, si. Es increible que nos hallamos visto en ese
sitio sin esperarlo. He pensado que aunque no me hubiera puesto el mensaje, me
lo habría encontrado de todas formas. Dime, ¿tú crees en las casualidades?. Es
que esto es mucha casualidad, muchísima,
¿que probabilidad hay de que se den tantas coincidencias juntas? Y sin
esperarlo coincidimos. Misma hora, país, ciudad y sitio.
-
Anne, tienes que verle una vez más. Aprovecha que está
aquí. Así saldrás de dudas, y podrás ver si te sigue gustando igual.
-
Sí, cierto, Enrique, ¡qué contenta estoy!
-
Me alegro mucho por ti, Anne, venga vamos a brindar por
tu nuevo reencuentro. Y me voy yendo
porque sí no voy a tener que quedarme otra vez en tú sofá y mañana estaré hecho
un trapo.
Cronwen pasó una semana en la ciudad, el y Anne estuvieron
viéndose esos días. Siempre era él quien la llamaba cuando conseguía un hueco
para poder verla, Anne tenía un horario de trabajo flexible, ella
tenía un trabajo autónomo así que cuando la llamaba siempre hacia un hueco para estar
con él.
Durante esos días, disfrutaba de sus charlas. De su ingenio,
su chispa y sus anécdotas. Le hacía reír.
Pero ahora que estaba conociéndole supo de él algo muy
importante, se fue dando cuenta que
había algo que ella no debía perder nunca de vista, tenía que atar bien sus
sentimientos con respecto a Cronwen, tenía que aceptar que él era cómo era, sabía
que estaría apareciendo y desapareciendo de su vida, que él nunca sería de
nadie. Y eso procuraría tenerlo siempre en cuenta en su relación. Cronwen era
un hombre del que una mujer podía recibir mucho amor, pero al que no se le podía atar. Era un ser
libre e independiente que necesitaba su espacio y una parte de su mundo y de su
persona eran sólo para él.
Por aquél entonces
los negocios de Cronwen iban viento en popa..
Ella lo veía como un hombre emprendedor metido en muchos
proyectos a la vez. El le comentaba cosas de sus negocios pero siempre dando
pinceladas y yendo de una cosa a otra sin extenderse mucho ni dar explicaciones
concretas.
A ella, como persona curiosa que era, le interesaba todo lo que él le contaba pero
sus conversaciones iban más por otros derroteros y terminaban llenándose de lo
que compartían juntos, y lo que los dos
tenían en común. Que les ocupaba largas horas de intensas charlas. Los
dos preferían no perder el tiempo que tenían de estar juntos hablando de sus
negocios.
Una noche en casa de Anne, estaban los dos tumbados sobre
una manta en la terraza viendo un cielo totalmente estrellado.
-
Anne, pídeme que te traiga una estrella y no pararé
hasta conseguirlo. Pero por favor nunca me pidas que sea distinto de lo que
soy. No soy de nadie, ni mío si quiera.
-
No temas Cronwen. Eso ya lo sé.
Pero los tiempos cambian. Y la vida te enseña que no puedes
acostumbrarte a nada. Como en el mar con las mareas, todo cambia.
Lo que antes era blanco en un momento se vuelve negro, el tiempo se agota en el reloj de arena y hay que darle la vuelta.
Los momentos dulces
por los que pasaba la economía del país y el mundo en general se frenaron en
seco. Y el estallido de la bolsa, sonó como la explosión de un globo al que se
le insufla más aire del que puede contener.
Los negocios
empezaron a caer en picado y el mundo
entero se vio sumergido en una grave crisis de la que se auguraba que tardaría
bastantes años en salir.
Este pesimismo hizo que la economía se frenara en seco. El
negocio inmobiliario, cabeza madre de la economía, rodó en el cadalso y su sangre
fue arrastrando a su paso todo cuanto encontraba.
El mundo atravesaba ahora una grave y profunda crisis de la
que no se sabía aún cuanto tiempo podría durar. Pero los expertos auguraban que
sería larga y penosa.
Esta crisis había arrastrado a Cronwen también.
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