jueves, 16 de febrero de 2012

La cita


Miró su reloj, guardó el móvil en el bolso y dejó pagada la cuenta. Cada minuto de más que estaba allí sola  pesaba, haciéndola pequeña e insignificante. 

Salió del restaurante avergonzada, tenía la sensación de que allí todos se habían dado cuenta de que estaba esperando en vano.

Le habían dado plantón.

Aquella no era su ciudad. Y allí no conocía a nadie más.

-         ¡Desgraciado!, hace una semana que sabías que vendría. – nota- ¡borrar a este imbécil de mi móvil y de mi vida de inmediato! ¡pensar que le llamé por lo mucho que me insistió! –Idiota-. Definitivamente borrado.

El plan B no era muy consolador:
Esa noche regresaría al hotel, atracaría el minibar y vería la tele hasta que la rindiera el sueño. No, eso no era un buen plan, a la mañana siguiente regresaría a casa con el sabor del plantón en los labios y tendría que contar algo que debía borrar de inmediato.

Pensó qué tal sería ponerse en la piel de otro. Olvidar aquel momento y vivir una aventura.


En frente,  al otro lado de la calle había un bar de copas.

En medio de un océano de dudas cruzó la calle,  entró en el local y se detuvo a echar una mirada, había mucha gente, eso es bueno, pensó
.
La barra estaba animada, mucho tiburón tomando copas y esperando, entonces lo vió, estaba de espaldas a ella,  pero dentro de la barra había un enorme cristal desde donde ella podía verlo de frente.

  Camisa de lino, vaqueros, buen culo,  pelo largo castaño y ondulado, alto, de hombros estilizados,  manos grandes, finas y dedos largos.

 Parecía estar ajeno al barullo del bar, absorto en sus pensamientos, de pie frente a la barra, miraba su copa de vino.  En su mano un libro que sujetaba firme pero con mimo, como se sujeta el talle de una mujer, tras aquella mirada de ojos oscuros que exhalaba sex appeal y que podía sentir por todos los poros de su piel imaginaba una vida intrigante, llena de viajes y vivencias.

- y  además de guapo, interesante.

Sus zapatos cómodos, caros y los cordones perfectamente atados se le antojaban un ser meticuloso,   ordenado y también que guardaba un toque de coquetería masculina en su haber. Solitario, siempre alguna mujer en su vida, pero siempre de tránsito.

Soltó su coletero,  la melena se deslizó cayendo por el gran escote del vestido y empezó a caminar con paso firme subida sobre aquellos largos tacones de sus sandalias.



Caminando hacia la barra, lejos de sentirse intimidada por las miradas de los tiburones que le abrían paso para que se les acercara, cada vez estuvo más segura de sí misma, y con la mirada puesta en su objetivo, fue decidida hacia aquel adonis que la embelesaba.



 Cuando llegó frente a él, cogió la copa de tinto de él en su mano y  tomó un sorbo tatuando el cristal con sus labios de un rojo e intenso carmín.

 Sacó de su escote la llave del coche dejándola caer dentro de la copa y  lo miró con ojos de gata.

El sonrió mientras encendía un habano al que le daba una intensa calada. Entonces tomó la copa en sus manos y le hizo un brindis. Luego se la llevó a su boca, pero no la apuró, le dio un trago corto sin dejar de mirarla.

Ella dispondría del tiempo que se tomara en acabar la copa,  antes que  la llave volviera  a su poder.

         -Supongo que sabes que es tarde para irnos ya a cenar ¿verdad?, esperaba que aparecieras, pero no que me hicieras esa entrada tan espectacular.

Y diciendo esto le sonrió de nuevo, con esa mirada que a ella le parecía irresistible.

         -A ver, ¿Dónde te apetece que nos vayamos? ¿Quieres sorprenderme ó que te sorprendan? Confieso que supe que llegabas, porque cuando entraste, todos aquí en la barra se volvieron a mirarte. Pero eso ya lo sabes ¿verdad?

Ella se le quedó mirando sin contestar nada, cogió entonces su puro para darle una calada, y mientras se lo devolvía sin aparatar la mirada de sus ojos, sonrió, y para sus adentros pensaba en que hace apenas un rato….era ella la que estaba esperándole a él. ¿Cómo pudo haberse confundido de bar? Esas cosas sólo le pasaban a ella. Bueno, de eso él nunca llegaría a enterarse. Antes muerta que explicar que había entrado en el bar equivocado, que había estado a punto de volverse al hotel creyendo que le habían dado plantón. Y que sólo la casualidad había hecho que no faltara a su cita.

1 comentario:

  1. He disfrutado mucho leyendo tu relato, me deja con ganas de más. El desenlace sorprendente.......sigue!!!!!!!!!!!

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