domingo, 19 de febrero de 2012

Cronwen. Continuación del Juego. Capítulo 2.


Sacó la cartera del bolsillo trasero de su pantalón y por enésima vez contó la calderilla que  llevaba encima. Rebuscaba entre los pliegues para no dejar ninguna monedilla  atrás.

- Uf,… 2, 40 euros. Habrá suficiente para otro café.

Allí sentado, un poco apartado pero desde donde divisaba todo el bar quiso pasar inadvertido. En realidad no era eso lo que le gustaba. Acostumbraba a llegar a los sitios pavoneándose henchido al notar cómo todos se fijaban. Fumaba dando grandes caladas, mientras decidía si pedir otro café. Con lo que le alumbraba, mejor quedarse allí un poco más. Eso haría, pediría otro café,  sería como empezar de nuevo, como si acabase de llegar. Así acallaría aquellas miraditas del camarero y podría pedirle otro vaso de agua.

- A la mierda el camarero,  está de suerte. Hoy es el quien se ganará el sueldo.

Pero la sed que Cronwen tenía no la saciaba el agua, ni el café que se tomaba a minúsculos sorbitos para que no se acabara en seguida. Necesitaba tiempo para pensar. Estaba con la soga al cuello y seco de ideas. 
Observando a todos los allí sentados le parecían tan relajados, tan seguros. 

-¿Qué pasaría si un día ya no fuera más como uno de ellos…?

He imaginó su ropa arrugada por dormir en la calle,  desgastándose en los portales entre cartones, sucia, y mal oliente. Se perdería en el desierto del los sin techo.

Estaba decidiendo aún si volvería a dormir al hostal,…  la Sra. Vinces le echaría en cara los días que hacía que no estaba al corriente en el pago. Pero todo cuanto le quedaba lo había dejado allí, así que Sí iba, sería para hacer un macuto y recoger: SU TODO: un Rolex, un abrigo largo de cachemir, un par trajes y el par zapatos que aún le quedaban por gastar. Allí debió dejar también su verborrea y su encanto latino.

Su interior gritaba a Cronwen que aún había tiempo de salvarse, pero sin visa y sin plan  no tendría  más remedio que volver a ponerse en venta. Sintió un pellizco en su estómago, la puñetera úlcera estaba rugiendo de nuevo.

Se sentía mal por subsistir gracias a las mujeres, aquellas criaturas dulces y compasivas. Tan comprensivas. Todas llevaban una madre dentro que les hacía tener aquella piedad angelical.

¿Qué crisis era aquella por la que estaba pasando el mundo y que lo había enganchado también a él? No,  no era tan sólo porque ahora no tenía un céntimo,  ó porque no pudiera mantener su estilo a lo Calvin Klein, ó  porque ahora se sintiera  irritantemente grotesco…La  puñetera crisis le había robado su mundo.

Pero lo que nadie le arrebataría nunca era su mente. Esa cabeza suya guardaba secretos por los que muchos matarían.

 –Que ignorante era este mundo que te juzga por lo que pareces y no ve lo que en realidad eres, otra vez se confunden al mirarme. Es porque saben mirar pero realmente no ven.  – A la mierda todos ellos. Aunque también me vaya yo.-

-¿Es que ya nadie cree?, ¿todo el mundo ha perdido la fe?

Y viajando entre sus recuerdos, se vio de nuevo allí parado frente a la ventanilla de turno donde le atendía un señor que desde que llegó le miraba con ganas de que acabara y se largara. Para cuando por fin se dignó contestarle, su una mirada era la de témpano de hielo.

Dijo: –Lo siento, pero me temo que usted no reúne los requisitos.-  

-Carajo, - Uno, antes de conseguir complementar los  formularios, podría perderse cien mil veces en el camino de una ventanilla a la siguiente. Díganme ustedes: ¿Alguno de los de mi fila sabe de alguien que consiguiera reunirlos, señores, me refiero a los requisitos… ¿alguno de ustedes los reunió?

-Vaya puto papeleo el de este país. Seguro que ustedes esto lo hicieron para que al final el plazo de presentación nos caduque a todos por el camino.

Lejos quedaba el tiempo en el que vivió a lo grande, y lejos, casi inalcanzable, estaba  ahora su Buenos Aires.

Y recordando aquel momento de desaire, con una mueca irónica en su cara, pagó sus cafés al camarero, y salió por la puerta.  Pero la sonrisa se borró de la cara al ver que de una gran berlina aparcada  junto al café bajaba un hombre de negro.

Le agarró por el brazo y le dijo:

- Y bien, ¿Por qué no nos cuenta? ¿En qué anda ahora Señor Cronwen?

- Tranquilos, yo no debo preocuparles, en estos tiempos que corren son otros los que nos timan y todo es muy legal. ¿Saben ustedes?, es curioso que aún siendo extranjero, me sienta ahora como ustedes los de casa.
Verán, déjenme explicarles y enseguida lo comprenderán. Después de haber quemado las últimas cerillas que me quedaban por encender, tengo el mismo convencimiento que la mayoría de ustedes, desconozco a donde nos llevará el rumbo de los acontecimientos  y sé que no hay vuelta atrás sobre nuestros pasos. Soy muy consciente de que a estas alturas: Todo lo perdido es ya inalcanzable.

- Quizá pueda usted hacer creer a la gente que ahora es esa persona que pretende, pero vale usted más por lo que calla que por lo que confiesa. ¡Tenga usted un buen día, señor Cronwen.!, seguro que nos volveremos a ver pronto.

Pero mientras los veía alejarse, una chispa de luz se encendió en su cabeza,  tal vez no estuviera todo perdido, tal vez habría una última puerta que no se había cerrado aún para él. Pero la crisis no trataba a todos por igual, no, a algunos se les estaba apolillando la pasta en el congelador en estos tiempos sin saber donde invertirlo. Esos aburridos necesitaban que les hicieran magia y él podría mostrársela.

 Sí, después de todo, los hombres de negro volverían a correr tras sus pasos de nuevo.

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para sacar una libreta donde tomaba apuntes que le servían para recordar. En ella nunca citaba nombres, ni datos reales, sólo anotaba  palabras, números e incluso símbolos que tenían un significado en su cabeza. Era una libreta de anillas pequeña,  esas que llevan agrupadas las hojas por colores. La abrió por las del color verde y se puso a repasarlas hasta encontrar lo que buscaba. Entonces la dobló por ahí,  hasta entonces anduvo caminando sin rumbo pero hora sí sabía a donde ir.

Levantó la vista para mirar de un lado a otro de la calle buscando la boca de metro más cercana, no tenía un chavo, así que la mejor opción era buscar un viaje gratis.

Tenía de nuevo un rumbo. Pero su plan tenía un pequeño nudo que debía soltar antes de ponerlo en marcha si esa noche quería tener éxito. Habría de pertrecharse, darse una buena ducha un buen afeitado y recuperar su aspecto de dandi. Debía volver al hostal esquivando a la Señora Vinces, habría de disponer de al menos de media hora y luego salir sin ser visto. Eso ó tendría que seducirla de nuevo, pero la sola  idea de tener que hacerlo le hizo sentir nauseas en la  barriga, sabía que lo único que ella aceptaría de él  que no fuera dinero era eso. También debía telefonear y no podría hacerlo desde la habitación, así que tendría que buscar la forma de ausentarla de la portería un rato. Luego contactaría de nuevo con Anne, bueno eso era otro cabo suelto que debía resolver. Su pequeña Anne, recordó aquel día en que se conocieron en aquel avión en el coincidieron sus asientos, le propuso un juego al que nunca llegaron a jugar, ahora la necesitaba y sabía que ella no le fallaría.

Desde la acera de enfrente vigilaba la entrada del hostal, esperando el momento oportuno para hacer su entrada, por fin vio luz verde, cruzó la calle, dejó una nota sobre el mostrador de recepción y agarró a la gata, que estaba hecha un ovillo en su cestita,  y la metió en el cuartillo de la entrada donde se guardaban las cosas de la limpieza. Luego volvió a salir del hostal y  fuera a escasos metros observaba oculto sin perder de vista la recepción.

Vio a la Sra. Vinces  coger su nota para leerla, acto seguido miraba en el cesto de la gata   moviéndose con  preocupación; se agazapó para mirar por el suelo, luego se incorporó y sacó una llave del casillero, pero volvió a soltarla en su lugar, abrió entonces los cajones del mostrador, se la veía rebuscando con prisas, nerviosa, los cerró y entonces salió del hostal calle abajo mirando el suelo de un lado a otro cual perro perdiguero.

Su plan ya estaba en marcha.

En la nota que dejó en recepción decía:
  -Para la Sra. Vinces de Cronwen.
  Esperaba verla aquí, volveré en otro momento.
  PD.  Al entrar he visto cómo Luna (su gata) salió disparada hacia la calle. Lo lamento pero pasó entre mis pies como una exhalación y no he podido retenerla.-

Cuando llegó a recepción miró casillero donde estarían las llaves de su habitación.

Pensó: - Menos mal, aún no me ha despachado...-

Las cogió del casillero y en su lugar dio el cambiazo por otras de al lado, e intercambió otras dos más de sitio, se fue a buscar en los cajones donde había visto a la  Sra. Vinces rebuscar, hasta que encontró el cajón donde había un juego de llaves numeradas y las sacó de allí para ponerlas en el último de los cajones debajo del fajo de facturas pendientes de supervisar y a toda prisa se fue a su habitación.

En la habitación terminando de arreglarse, escuchó que alguien intentaba abrir la puerta, la señora Vinces, tenía la fea costumbre de entrar en su habitación sin llamar, él había cambiado las llaves del casillero de recepción y su llave estaba metida por dentro en la puerta, si la Sra. Vinces quería  entrar tendría que volver a por el juego de llaves maestras,  tardaría un rato en encontrarlas, eso le daba aún más tiempo. Oyó como se alejaba.

Cuando terminó se puso el Rolex que había guardado plastificado dentro de la cisterna del cuarto de baño,  y se tomó un momento para mirarse al espejo, colocó bien el nudo de la corbata y el repasó el pelo. Luego salió de la habitación sin ser visto.

Cronwen se dirigió a recepción bajando por un pasillo que recorría el otro lado de las habitaciones del hostal y que también conducían a recepción, asegurándose antes que ella abandonaba la recepción y se iba de vuelta a su habitación, hizo entonces la llamada a Sol para decirle que pasaría por su casa para entrar en la partida de los Miércoles.

-         Sol - ¿Donde has estado Cronwen?, Luis y yo te hemos echado de menos. Llevas meses sin aparecer.

-         Cronwen - Disculpadme Sol, pero estuve de viaje, no más regresé ayer noche,  tengo entre manos un proyecto que me tiene bien agarrado. Bueno, si ustedes siguen reuniéndose hoy para jugar la timba semanal podríamos vernos en su  casa, ¿OK?

-         Sol -  Si, ¿De veras vendrás?, trae a una amiga, Luis se alegrará de verte, les diré a Loren y Tosca que estarás aquí. Te esperamos a la hora de siempre. No faltes.

Dejó en recepción, escribió una nueva nota para la Sra. Vinces, luego sacó la gata del cuarto y la volvió a dejarla en la cesta  y puso juego de llaves maestras en su sitio para salir pitando de allí.

NOTA: Sra Vinces, espero que pueda darme una explicación de lo que ocurre con mi llave. Ah! Me alegra ver que regresó su Luna.
Suyo siempre: Cronwen.

2 comentarios:

  1. Me he enganchado recientemente, y como debe de ser, he comenzado por el principio hasta la actual publicación.

    Me encantan la psicología de los protagonistas y el desarrollo de los capítulos siempre dando sorpresas y giros interesantes e inesperados.

    En contra, tantos misterios hacen que me pierda un poco, supongo que por eso no comprendo totalmente las situaciones y mi interés se distrae. Habrá que ver pues como se teje la tela de araña para dar explicación a la trama. Pero enganchado me hallo y ansioso estoy por conocer el Nombre de la mujer del avión.

    Leerte es encontrar una puerta abierta a sentimientos, misterios, verdades y emociones que te envuelven, quieras o no, con un toque personal que me fascina.

    Desde las Alemanias con amor.

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    1. Gracias, bonitas palabras. Agradezco sinceramente todas y cada una de ellas. Espero se una buena araña.

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