Necesitaba pasta para la partida y su Rolex era lo único que le alumbraba, así
que tenía que convertirlo en billetes, su siguiente parada era la casa de
empeños.
Miró su muñeca y pensó:
-
¡Para ya con la nostalgia Cronwen!, ¡no vas a perder el
reloj! ¡Eso es seguro!
Consciente de que no le quedaba otra que empeñarlo, se animó haciendo una reflexión:
-
Un perro de pelea,
cuando consigue morder la yugular
ya no la suelta. Cronwen, tú céntrate en ir a por la pasta. Y tu mordida hará
que luego recuperes el reloj.
Y en estas estaba cuando entraba a la casa de empeños.
Quitándose el Rolex lo dejó sobre la mesa junto a lo que
parecía una factura de compra que acreditaba su autenticidad. Los que estaban
allí se apartaron y dejaron sitio en el mostrador para él.
-
Amigo, lo que acabo de poner en la mesa es maquinaria
suiza envuelta en oro macizo, puedes comprobarlo. Sí mañana no vuelvo a por el
reloj, será tuyo y lo dejaré firmado. Piensa bien cuanto vas a darme por él.
El hombre lo cogió de la mesa y se fue para adentro, al cabo
de unos minutos regresó. Cronwen vio que traía un fajo de billetes en la mano.
-
Te veré mañana, recogeré el Rolex, la factura y la
garantía, y tendrás tu dinero más los intereses. Mañana ganarás un tercio más
de lo que has dado hoy.
-
Si mañana no vuelves quedamos en paz
Sustentado por el tacto y olor de los billetes, llenó su
pozo de esperanzas para ir a la partida como un pavo real.
Dobló la esquina de la calle y se alejó de la casa de
empeños pensando en la mesa en la que se sentaría a jugar la partida. El
siguiente paso era ir a por Anne, era vital que ella le acompañara.
Anne, sabía que tendría que
convencerla para que se enfundara en un vestido de calle y le acompañara.
Ella, divertida, entretenida, de buenos modales, culta,
buena conversadora, discreta. Era perfecta. Ahora estaría en casa atiborrándose
de tele basura, habría negado tres veces a los planes de salir esa noche, y él tendría que convencerla si quería que
fuera con él y no era fácil tarea.
Pensó que mejor que pedírselo por teléfono, era presentarse
en su casa sin avisar, y sorprendiéndola con un buen plan para esa
noche ya consolidado.
Tenía que hacer algo de Shopping antes de llegar a su casa,
y conocía el mejor sitio a donde ir. Cuando llegó al centro comercial se fué a
la perfumería, la dependienta al verle
le dedicó una sonrisa y corrió a su lado para atenderle. .
-
Sr. Cronwen, he de confesarle algo: mientras al resto
de los clientes les enseño cómo hacer el mejor uso de los productos, con usted,
soy yo la que aprende. Pero guárdeme el secreto por favor, si se entera mi jefe
me despedirá.
-
Tendré que hacer saber a su jefe que usted es
irreemplazable.
-
Es usted tan amable.
Ya se marchaba cuando ella le llamó, y le dijo:
-
No olvide esto, Sr. Cronwen.
Y ella con cara de
complicidad y cayéndosele la baba le acercó una bolsa que contenía una buena
cantidad de las muestras de perfume que sabía que a él le gustaban. Justo
lo que él había ido a buscar y que no le
hizo falta pedirle a ella. Pero Cronwen tenía esa habilidad.
Entonces sin salir del centro comercial, se fue al estanco,
directo a la cava de puros, en donde a juzgar por la hora que era, esperaba que
le atendería el joven Tom. Con paciencia, fue dejando pasar delante a los que
venían llegando y cuando supo que tras
él ya no venía nadie más se acercó, después del saludo le pidió un par de
Montecristo del número cuatro, (sabía de sobra que Tom iría dentro a buscarlos
y no volvería con ellos), y allí estaba él y los puros que se iba a fumar esa
noche. Disimuladamente cogió dos puros de la caja de habanos que había detrás
del mostrador mientras Tom regresaba sin los puros, los suyos ya estaban a buen recaudo en el
bolsillo de su abrigo.
Al salir de allí, caminando a través de aquella maraña
humana que se empeñaba en gastar lo que no tenían, volvía a sentirse animado y
positivo, y es que caminar entre la
gente cuando tenía un plan siempre le ayudaba a pensar mejor, se decía a sí
mismo que no se era nadie sin que uno
mismo lo creyera, debía recuperarse, volver a tener fe.
Compró un vestido con unas sandalias a juego para Anne,
también le llevaba un anillo, en él
había engarzado una piedra rara, de la
que no sabía de qué mineral era, pero que tenía los mismos colores que el fular
y las sandalias que le había comprado a juego. Y también una carterita alargada.
Llegando a su casa paró para subirle un ramillete de flores
de la tienda de al lado, subió las escaleras principales del edificio y llamó dos o tres veces seguidas al
telefonillo de su piso, insistió porque a pesar de no abrir él sabía que estaba
allí. Por fin la voz de ella sonó trémula. Y él le contestó enérgico.
- Soy tu amado, vengo a secuestrarte, me abres ya princesa?
La puerta se abrió y por el telefonillo se oyó: ¡Cronwen!,
¿Dónde te habías metido?
Subió en el ascensor hasta el piso, la puerta ya estaba
abierta. El, consciente de que ella no aparecería de momento, fue a coger un
jarrón para echarle un poco de agua a las flores que le llevaba. Entonces ella
apareció.
Llevaba el pelo recogido con unos palillos chinos, y tenía
pinta de haberse pasado la tarde tirada en el sofá. Se quitó las gafas de
lectura que llevaba y él se acercó a besarla en la mejilla, pero entonces la
engañó y la atrajo hacia él y la besó en los labios.
- Cronwen. ¡Querida! ¿Qué tal si abandonas tu
encierro y te vienes conmigo esta noche? Tengo una cena en una de las casas más
selectas y exquisitas de Madrid, será divertida y puedo llevar un alma gemela.
¿Tienes algo mejor que hacer que acompañar a este pobre servidor? Si no me
acompaña lo más bonito que hay en todo Madrid, entonces, me iré a decirles que
me dieron plantón. Uf, que cara me estás poniendo, espera no digas nada, déjame
enseñarte primero algo y que me explique.
-
Anne. De acuerdo, pero siempre me avisas en el último
momento Cronwen, claro que, eso, forma
parte de tu encanto.
-
Cronwen. Ya sé lo que vas a decirme, que tu peor
pesadilla es pensar qué vas a ponerte ahora. De eso no te preocupes, faltan aún
dos horas y no vengo con las manos vacías.
Y entonces sacó las bolsas y sin abrirlas se las acercó.
-
Mira que si no
vienes te perderás otro día un viaje de placer con paseo en barco por el
Mediterráneo, salida en avioneta privada a las islas, y crucero en cala Mayor,
si no vienes te lo perderás y no me gusta
ir sólo a un sitio así. Mejor contigo
¿Me harás los honores de arreglarte mientras me voy a buscar una copa al bar de
abajo? Nos vemos allí cuando estés terminada. Te esperaré impaciente.
-
Anne. Bueno, sólo espero que merezca la pena, ni te
imaginas la pereza que me da ahora arreglarme y salir por esa puerta a la
calle.
-
Cronwen. Lo merecerá.
En el bar de abajo le conocían bien, había pasado muchas
horas allí charlando con Anne, como abogada siempre aclaraba muchas de sus
dudas a la hora de hacer los encajes en sus puzzles.
Ella debía creer que el globo sonda flotaría. Y para eso
tenía que convencerla ahora.
Así en casa de Luís cuando él les hablara del negocio, e
hiciera comentarios para animar a que
Luís viera una excelente oportunidad para entrar en el negocio… Anne ratificaría que más que excelente era
una oportunidad única que les haría de oro. Entonces Tosca, dejaría de mirarle el escote a Anne y
prestaría toda la atención que Cronwen necesitaba que le mostraran.
Anne hizo su entrada en el café y se acercó a la barra donde
él la esperaba.
-
Cronwen. Silvio, pon una copa de Canasta para Anne.
-
Anne. Silvio que sea Canasta, si no hay, no quiero que
pongas otro similar, me pones mejor una clarita con blanca. Pero con mucho
refresco.
-
Cronwen. Para mí lo mismo.
-
Anne. Bueno Cronwen ¿vas a decirme ya de que va todo
esto?, me sacas de casa a estas horas y
haces que me arregle, ¿qué es lo que te traes entre manos?
-
Cronwen. Todo a su tiempo, Anne.
-
Anne. Y dime, ¿cuándo has vuelto?
-
Llevo aquí algún tiempo. No me mires así, Anne, ¿sabes?
estos son malos tiempos, los peores por los que estoy pasando en mi vida. Menos
mal que no tengo a nadie que dependa de mí. Apenas puedo mantenerme a flote yo
mismo.
-
Qué te pasa Cronwen?, Nunca te había oído hablar de
esta forma.
-
Anne, estoy con la soga al cuello. Necesito poner un
negocio nuevo en juego pero no tengo
visa para emprenderlo sólo. He de buscar a gente con pasta que invierta y lo
apoye. Si lo consigo, les haré ganar dinero pero también lo ganaré yo.
-
Y que puedo hacer yo para ayudarte.
-
Verás, ya te iré contando mi plan, ahora sólo necesito
que vengas conmigo a esta casa. Voy a jugar con ellos a las cartas, necesito
sacar dinero para mantenerme a flote y pienso sacarlo de ahí, para ellos no
será nada, tienen mucha pasta y se divierten perdiendo o ganando de igual
manera. Para que te sitúes te explicaré cómo son las personas a las que vamos a
ver para cenar esta noche. Por un lado tenemos a los anfitriones de la casa, Luis
un banquero que podría buscarme buenos inversores, y su mujer Sol, luego
estarán el Sr. Tosca un inversor forrado de dinero que se deja llevar por su amigo el banquero de modo que si
huele a negocio no tiene reparos de soltar el dinero que le sale por las orejas
pero que no dará un paso sin la aprobación de su amigo Luis y por
último estará Lorena, su caprichosa mujer. Por la partida no te preocupes,
vamos a jugar, ellos van a perder porque
hoy necesito la pasta, pero no pasa nada. Pero ahora viene la segunda parte,
tengo en mi poder unos planos de una máquina, necesito poner la patente a mi
nombre y necesito que me digas si tú podrás encargarte de ello.
-
Claro que si, por eso no hay problema. Yo me encargo.
¿Eso era todo?
-
No, Anne, hay más. Necesito que tú confirmes que has
visto el producto que es capaz de fabricar esa máquina. Y que has visto que ese
producto sirve.
-
Pero no tengo ni
idea de lo que me estás hablando Cronwen.
-
Por ahora es mejor que no sepas nada más. Vamos a la
casa a pasar un rato agradable, voy a presentarte a ellos como mi abogada y mi persona de confianza.
-
Espero que pueda ayudarte.
-
Seguro. Ya lo verás.
Sentados en la mesa, Cronwen estuvo perdiendo las primeras
dos manos y luego empezó a recuperarse,
se fijó que desde que llegaron el Sr. Tosca no le quitaba la vista de encima al
escote de Anne.
Luis se había quedado muy interesado por lo que le había
contado Cronwen en la comida acerca de la máquina, y empezó a hacer preguntas a
las que Cronwen no quería de momento contestar. Tenía que hacer que se encelara
primero. Así lo dejó caer con la idea de que Luis quisiera quedar con él otro
día para que le contara a fondo todo a cerca de ese proyecto.
Tosca no se estaba enterando de nada, y la mujer de Tosca,
Lorena sólo tenía ojos para mirarle a él.
-
Cariño porqué no hacemos un viaje todos juntos para el
fin de semana, podríamos organizar algo y que el Sr. Cronwen y Anne se
apuntaran.
Luís aprovechó el momento para proponer un viaje en barco, pensaba
que era lo mejor para sacarle a Cronwen su secreto.
-
Pues estáis
todos invitados, saldremos el Sábado. Luís tu te encargas de organizar
todo. Y Ahora, dejaros de monsergas y de tanta cháchara y vamos a
lo que hemos venido. A jugar.
-
Me parece que la noche empezaba bien para mí, Pero Cronwen está arrasando. Tosca seguro que
llevas una buena mano ahora y por eso estás tan animado con el juego
-
No me distraigas Luís.
-
Bueno. Parece que estoy en racha.
Y con esas palabras Cronwen volvió a llevarse la partida.
La partida terminó. Y dejaron la mesa de juego para tomar
una última copa antes de la despedida. Cronwen pensó que llevaba un buen fajo
de billetes, recuperaría su Rolex y aún le quedaría dinero para poner al día
sus cuentas y hacer las gestiones que tenía previstas para su plan.
Al despedirse Luís, queriendo dejar atada la siguiente cita
con Cronwen le dijo:
-
Cronwen, quiero que charlemos más de ese negocio que
tienes por delante. Bueno, como me encargaré yo de organizar el viaje para este
fin de semana, te llamaré y ya
quedaremos. Ya, en el viaje, habrá
tiempo de charlar largo y tendido ese asunto tuyo que parece muy interesante.
Anne, ha sido un placer conocerte, espero que no faltes a la cita, lo pasaremos
muy bien ya lo verás.
-
Ok, Luís. Ya hablamos. Sol lo he pasado muy bien, es un
placer venir a tu casa. Buenas noches a todos.
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