En la cama del hospital abrió los ojos e intentó salir de la cama pero no pudo, su cuerpo estaba
entumecido, dormido. Se sentía muy débil, rodeado de tubos por todos lados. A
ratos abría y cerraba los ojos pasando del sueño a la consciencia perdiendo la noción
del tiempo, cada vez que abría los ojos había olvidado dónde estaba y
aquella desorientación le hacía sentir extrañas sensaciones, el sonido de las
máquinas eran la única constante que permanecían mientras él iba y venía de sus
sueños.
Sabía que no estaba solo, algunas veces oía hablar a su alrededor, aunque las palabras le llegaban entrecortadas volviéndose confusas, luego se volvía a dormir. Pero los días iban pasando y poco a poco su cuerpo se
recuperaba.
A veces soñaba que corría por la orilla de una playa que se
perdía en el horizonte. Su cuerpo desnudo podía sentir la brisa del mar y el
agua que mojaba sus pies, un gran sol se escondía a lo lejos y él intentaba
llegar hasta al Sol antes que desapareciera.
Pero una mañana, abrió los ojos y permaneció despierto. Un
rayo de luz entraba por la ventana para incidir en su cara calentándole la
frente, y su vista se fue hacia ella, pero entonces oyó que le hablaban y sus
ojos buscaron el sitio de donde venia la
voz encontrando a un enfermero que
estaba a los pies de su cama.
-
¿Qué tal se encuentra?, es usted un hombre muy
afortunado. Puede decir que ha vuelto a nacer.
-
¿Cuanto tiempo llevo aquí?
-
Le trajeron hace dos semanas, pero ha estado la mayoría
del tiempo dormido, perdió mucha sangre y se fracturó el cráneo. No intente
moverse, es un milagro que pueda usted hablar y que esté consciente. He de
avisar al neurólogo para que sepa que está usted hablando conmigo.
Dijo mientras pulsaba un botón. Y siguió contándole lo que
le había sucedido.
-
¿Sabe?, Le encontraron en el cuarto de baño de su casa y estaba usted clínicamente muerto. Fue su
asistenta quien dio el aviso a urgencias,
pero cuando llegaron pensaron que ya era tarde. No nos cabe la menor
duda de que usted se empeño en vivir, su corazón estaba en parada cuando ellos
llegaron pero sin saber cómo ni porqué
comenzó a latir por sí sólo débilmente. Ellos le reanimaron y después le
trajeron al hospital. Su caso Ernesto es de los que son inexplicables, desde luego que si, se puede
decir que ha vuelto usted a nacer. Un verdadero milagro. Así que es usted un
tipo con suerte amigo.
Su recuperación fue lenta, pero cada día iba encontrándose
mejor.
La señora Lola no dejó pasar un día que no fuera a verle, se
propuso ser la madre que le faltaba a su
jefe, porque hasta donde ella sabía no le conocía familia ni tampoco a su casa
le iban a visitar mujeres. Le daba tanta pena que estuviera tan sólo que sentía
que debía estar allí acompañándole, era tan joven y no venía nadie a verlo.
En realidad ella tenía sólo dos años más que él pero desde muy
niña no tuvo más remedio que ser mayor.
La vida que Lola había vivido estaba llena de tragedias, una tras otra se iban sucediendo sin darle un respiro para recuperarse, podría parecer imposible
que tanto infortunio hubiera confluido en una misma persona…, una personita,
pues era muy pequeñita en estatura a pesar de su gran fortaleza, pero todo lo
que le sucedía, en lugar de hundirla o hacerla desfallecer, su coraje lo
agarraba haciendo que tirara para adelante con decisión. Sí!, Lola tenía valor y reaños para cargar con lo
suyo, o lo de otros y lo más admirable era que nunca perdía la sonrisa. Dispuesta
siempre a echar una mano.
Ernesto apenas la conocía. Él llegaba a su casa cuando ella ya se había marchado encontrando
el piso limpio y ordenado. Si quería que Lola hiciera algo que no estaba dentro
de la rutina de sus quehaceres le dejaba una nota, y ella también hacía lo
mismo. Él reía con sus gracias cuando leía las notas que le dejaba, la pobre no
pudo ir al colegio porque su padre los había abandonado dejándolos solos con
una madre que a partir de ese día se metió en la cama a llorar convirtiéndose
en una enferma a la que cuidar. Ella y
sus hermanos no tuvieron más remedio que asumir el papel de huérfanos y tirar
para adelante haciéndose cargo de la casa, desde entonces su vida fue trabajar de
sol a sol para sacar a su familia adelante. Al ser la mayor de los hermanos
tuvo que asumir el papel de su madre, así que dejó el colegio a muy temprana
edad. Ya de mayor, como no tuvo tiempo de aprender a leer y escribir, se apuntó
en un colegio de monjas en el que daban cursos para adultos que estaban en la
misma situación que ella, le dijo a las hermanas que aunque era una analfabeta
era muy viva y se quedaba bien con las
cosas, con la esperanza de que no la dieran por imposible. Así que por las
noches, cuando ya había acabado el trabajo, asistía a las clases que le permitieron aprender a
leer y a tener unas vagas nociones de escritura, la pobre faltaba muchas veces y como en su
vida cotidiana no tenía a penas tiempo para practicar ni le era preciso, su escritura se quedó con lagunas que ella
salvaba improvisando con su gran imaginación. Así, en sus notas no era raro
encontrar flechas y dibujos que sustituían a palabras. Pareciendo jeroglíficos.
Había pasado un mes en el hospital, y llegó el día de volver
a casa. Empezó a pensar que no era la misma persona que fue antes de
lo ocurrido, de camino a casa, se asfixiaba, así que dijo al taxista que parara
y le pagó, bajo del coche para ir desde allí caminando a casa, pensó que pararía en seco su vida hasta saber
qué hacer, porque a nada de lo que había hecho anteriormente encontraba ahora
un sentido para seguir haciéndolo. Aún no había tenido tiempo de reflexionar a cerca de lo que quería hacer de
ahora en adelante, pero estaba seguro que no quería vivir la vida de la misma
manera en que hasta ahora lo había hecho.
Al entrar de nuevo en el apartamento donde todo acabó… y…. empezó, un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Cerró la puerta de la entrada y dejó las llaves sobre el sofá, tenía calor y se quitó la chaqueta y los zapatos. Miró el
pasillo que daba al baño y caminó despacio hacía la puerta que estaba a medio abrir, la empujó para abrirla del todo y encendió la
luz, aún sin entrar, desde fuera, miró
el suelo del baño en donde había estado tumbado. Allí no había nada, pero su
mente le hizo recordar aquél momento como si ocurriera de nuevo. Fue como un
flash-back y notó que una lágrima resbaló por su mejilla.
La vida le había dado una segunda oportunidad.
Se sentó en el suelo y recapacitó, había tenido mucha
suerte, demasiada…de haber ocurrido el día siguiente o el anterior todo habría
cambiado, pues la Sra. Lola
iba a su casa días alternos. Ella, no habría llegado hasta el día siguiente y
ahora él no estaría allí. Y cómo su
mente siempre se había regido por la lógica ahora buscaba un porqué y estaba decidido a encontrarlo.
En ese momento no supo que su respuesta le llevaría a mantener
los ojos abiertos a nuevas realidades el resto de sus días.
Allí sentado en el suelo se quitó los calcetines, y empezó a
tocar y a mover los dedos de sus pies, era una sensación de opresión la que
sentía, no podía entender qué le estaba pasando. Necesitaba respirar hondo y
que el aire le entrara y recorriera todo su cuerpo. Comenzó a respirar
agitadamente e intentó relajarse.
Ernesto, un hombre de mentalidad pragmática, para el que todo
tenía que tener una respuesta ahora no la tenía. Y eso le descolocaba, le hacía sentir muy incómodo. Sólo creía en
lo que podía ver, tocar y ahora había vivido algo que se salía de esas
premisas. Le costó mucho en su vida decir la frase:”Yo no creo”, decía que la
fe se la grabaron a fuego casi desde la cuna y cuando fue mayor y empezó a
hacerse preguntas, sufrió mucho para aceptar su no creencia. El hecho de ir al
infierno y quemarse en sus llamas siempre le había estremecido llenándole de
temor.
Ahora estaba muy confuso, pero no era por el mismo motivo de
su adolescencia, el motivo se debía ahora a la ausencia de él mismo, de una
explicación que fuera palpable, científica. Pero los médicos le dijeron que no
había una explicación médica para lo que le había pasado. No la tenían.
Si esto le hubiera
ocurrido a otro, él mismo habría dicho
que es imposible. Esas cosas se deben a la sugestión. Pero tenía pruebas contundentes de que no
había sido la sugestión, su corazón se había parado, él había estado muerto. Recordó
que pudo verse rodeado del un equipo médico en el suelo y podía contar todos
los detalles de esos momentos en los que se suponía estaba muerto. Incluso
describir a las personas que estuvieron allí con él, Lola también estaba allí.
Los médicos le contaron que había personas que habían pasado
por lo mismo que él.
Empezó a sentir asfixia de nuevo, así que se puso los
zapatos cogió las llaves del piso y volvió a marcharse a la calle. Cuando iba
saliendo se dio de bruces con Lola, llevaba un canasto en la mano.
-
Hola sr. Ernesto, voy a pasar a dejarle la comida, he
supuesto que le gustaría. Así que lo dejaré en la cocina y me marcho rápido. Me
alegra que esté ya usted en casa.
-
Gracias Lola, salgo a dar un paseo a tomar un poco el
aire.
-
Sí, han sido muchos días los que ha estado usted
encerrado. Un poco de aire fresco le
vendrá a usted bien.
En cuanto salió por la puerta y empezó a caminar una
pregunta le venía una y otra vez:
¿Cómo es posible que se tengan recuerdos de la muerte?
Aquello era un disparate
Si la muerte le trajo de vuelta para vivir más tiempo la
vida, entonces la viviría de manera diferente.
Caminaba de prisa, entonces frenó y fue aminorando el paso, pasaba
entre la gente sin pensar en nada, visualizaba su propia presencia y la de todos
los que pasaban a su lado formando parte de un todo que los rodeaba y los
envolvía. Dejándose llevar por este sentimiento siguió adelante, sin detenerse
y sin un rumbo fijo. En equilibrio y sintonía fue cada vez relajándose más.
Entonces comenzó a sentir las sensaciones que venían de las
otras personas con las que se cruzaba, entraban en él y escapaban, como si
fueran ondas circulando por un canal, venían y se marchaban para dejar paso a
otras. Pero también pudo ver que las personas tenían un aura de color que salía
de sus propios cuerpos. Una energía que tenía colores diferentes…Era capaz de
ver y sentir cosas que no comprendía.
Él aún no era muy
consciente de lo que le estaba sucediendo. Y cuando nuestros caminos se
cruzaron ambos pudimos ayudarnos.
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