Todo esto le venía demasiado grande así que en un intento de
poner fin cerró los ojos, se tapó las
orejas y esperó a ver sí de este modo silenciaba a “los que ahora oía”, pero
fue dándose cuenta que aquellas voces no eran producto de sus propios pensamientos. Y allí parado,
en medio de la calle, se esforzaba en desconectar el fusible que había desencadenado toda aquella
maquinaria en su cerebro para así poder volver a la normalidad.
¿Se habría invertido algo en su cerebro?, pues si eso era así, ojala
pudiese volver a revertir el proceso…
¿Pero?…. -siguió preguntándose- ¿Y si había
sido un regalo?... Pues entonces ojala pudiera devolverse, porque él “para nada” lo quería. ¡Sólo le
faltaba eso! ¿De qué le iba a servir a él todo aquello?
Escuchaba lo que pensaban esas personas y le parecía
horrible que se le metieran en su cabeza volviéndolo loco, unas luchaban por conformarse con lo debían
afrontar, en cambio otras ¡eran tan despiadadas!: planeaban cosas terribles y
aquello le provocó una gran agitación interna.