Aquél que me encontrara, decía la inscripción, sacará de sí
un antagónico anhelo.
Jonas, caminaba cabizbajo pateando la lata de refrescos. Aquella
lata llena de bollos y en apariencia inservible que rodaba calle abajo entre
sus sonidos metálicos, contenía una carga de gas de visibilidad, “¿Quién sospecharía de un chico que patea una
lata?” pensaba, “su plan era perfecto”
Y es que, sólo unos pocos, como él, percibían la magia en
“este lado” y sabían que “Creer Crea”.
Usaría la carga del gas vertiéndosela, y entonces el espectro se haría visible. Pero
debía ser paciente, debía acercársele calculando la distancia precisa. Sabía
que sólo tendría una única oportunidad con Dar-Sun, el villano de su mundo
imaginario, así que el factor sorpresa era fundamental, y jugaría a su favor a la hora de poder
aproximársele, pues la lata, no levantaría sospechas. Luego, la lata, haría el
resto succionándole.
Hoy, de nuevo tenía una oportunidad, haría noche de
plenilunio, y hasta la puesta de sol Dar-sun, era más vulnerable, la luna llena
surtía un negativo influjo sobre él, debilitándole.
Dar-sun, era un reclutador de almas. Estas almas, ayudaban a
cruzar al otro lado a las ánimas
perdidas guiándolas hasta la luz. Era a mitad de camino, en donde Dar-sun las
esperaba, y las atraía hacia la oscuridad, para que no llegaran a encontrarse.
Jonas, lanzaba cada vez con más fuerza aquella lata, y ésta
vez salió disparada rodando tan lejos que la perdió de vista. Escuchó su sonido
al chocar con algo que emitió un gemido largo y agudo parecido al de un pájaro
herido, y al llegar a su altura, la encontró: Era una sucia y vieja flauta.
La recogió del suelo y restregó la boquilla contra su
sudadera limpiándola un poco antes de ponérsela en la boca, y dando un fuerte
soplido a la flauta quiso ver si aún funcionaba.
El, no sabía tocarla, colocó sus dedos al azar sobre los
agujeros ignorando qué debía hacerse, y
ni se sorprendió en lo más mínimo cuando al soplar por la boquilla sonaron
hermosos sonidos. Animado por la música, sus dedos paseaban por los agujeros de
la flauta, convencido de poseer alguna especie de don para tocar aquel
instrumento, y mientras seguía soplando sin
ton ni son, la melodía comenzó a causar efecto…
No se daba cuenta que sus pies habían dejado de tocar el
suelo y se elevaba, y que sus piernas,
eran ahora, unas diminutas patas de dedos cortos y largas garras. Por su
espalda asomaban un par de enormes alas que eran oscuras como la noche, se
abrieron agitándose a la par dejando ver
su transparente membrana de pelaje aterciopelado. Una sombra, proyectada por la farola, dibujó su
silueta sobre la pared, sus orejas eran mucho más grandes que las de un gato y
de puntas redondeadas.
Sintió sed, una sed repentina que le quemaba por dentro y debía
saciarla a toda costa, entonces el ansia se apoderó de él… Notaba la lengua
enrollada en la boca. Se había alargado,
y ahora, era estrecha y puntiaguda. Su saliva, tenía un raro sabor, e iba perdiendo
visión a la vez que sus oídos se despertaban, podía escuchar como crujían al final de la calle las patas de dos pequeños
grillos, moviéndose bajo los sierros de la casa de Doña Isabel.
Entonces frente al reloj de la vieja torre de la iglesia y
el vacío a sus pies, vio su reflejo en el cristal… Dios mío era…era un murciélago.
Amparo Suárez.
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