“Hoy siento esta lejanía invisible de tu persona, me pregunto
si la sentirás tú,…no dejo de tener esa esperanza. Me atormenta la idea de que
ya no me quieras, de que quizá no me hayas querido, y es entonces cuando sale
de mí esa paloma valiente que aparece en cada uno de mis malos momentos, para
volar más arriba de la pena y llevarme a ese lugar en el que recobro la
esperanza. Aquí estoy otra vez, llorando por dentro tu pérdida ¡como si te
hubiera tenido alguna vez! Defendiéndome en la esperanza de que quizá alguna
vez si me quisieras, pero un mal viento te alejó, y la distancia hizo el resto.”
Fue el fuerte olor de la fruta madura que perfumaba el aire
con añeja decadencia, lo que la regresó del limbo de sus pensamientos. Ella
soñaba los amores lejanos en sus historias imposibles que luego tomaban vida en
el papel……
La suave brisa circulaba por entre las cajas de fresas,
uvas, sandías, melones, cítricos, hierbabuena,
menta, y especias…emanando el aroma que recorría las calles del mercado por
entre los puestos en formación de hileras.
Quizá fuera su intensidad, lo que la hizo recordar a su
abuela y los jazmines de su pequeño ramito prendido en el pelo. Aquellos
Jazmines, eran la única nota de color que ella se daba el permiso para usar desde
el día en que murió su marido. Doña Ana, mantuvo un luto riguroso hasta el
final de sus días. Y fue sólo en los últimos años de vida, en los que sus vestidos llevaban un discreto
estampado de lunarcitos blancos sobre su fondo negro.
Hasta ahora, y visto
tal vez desde la distancia y experiencia que le daba la edad, no había entendido
el por qué de aquella sobriedad….