jueves, 26 de junio de 2014

Uno no es lo que fue

Imagen. Beatriz Martín Vidal.

“Dentro de veinte años estarás más decepcionado por lo que no hiciste que por lo que hiciste. Así que suelta las amarras, navega y aléjate del puerto seguro.
Atrapa los vientos alisios en tus velas.
Explora.Sueña.Descubre.”
Mark Twain

Las personas desaparecen de tu vida y al principio uno piensa que nunca podrá olvidar, que siempre sentirá ese nudo en la boca del estómago que no te deja respirar, ese dolor punzante que te aprieta el pecho y te llena de dolor. Pero el tiempo todo lo va apaciguando enseñándote a vivir con él. Y un día miras atrás y ves que todo ha ido cambiando y que ya puedes perdonar y abrazar esa pena, entonces empiezas a respirar sin que te duela y a poder soportar eso que antes te quemaba como un hierro al rojo vivo las entrañas

Habían pasado casi veinte años desde que aquél novio suyo saliera de su mundo. Al principio tuvo noticias suyas pero sus vidas se fueron alejando hasta que ya no supo más de él.




Durante la celebración, a ella le sorprendió el saludo de uno de los la reunión de al lado, no sabía si era para ella o para algún otro de su grupo. Y de repente se aproximó gesticulando, sonriéndole, pensó que como ella, también habría venido invitado a la boda, era obvio, lo que la inquietaba era no recordarle ya que parecía conocerla bien pues la saludó por su nombre dándole un efusivo beso.
El caso es que su cara le era familiar, pensaba, esforzándose por recordar, pero debía de hacer  mucho tiempo que no se trataban,  aunque en honor a la verdad, ¡se sabía tan desmemoriada! que incluso podría haber olvidado aquella cara que con tan efusiva algarabía le recordaba momentos pasados junto a ella y aquél novio suyo, momentos tan lejanos y ocultos en su cabeza que iba reconociéndolos a medida que salían de su boca.

Y allí estaban, como si hubieran atravesado alguna barrera en el tiempo,  aquél hombre y ella “que sin saber dónde ponerlo aún”  era incapaz de recordarse “con él” en ninguna parte de su pasado.

Pero una certeza meridiana iba invadiéndola paulatinamente mientras hacían aquel viaje,  podía decirse a sí misma que en aquellos años ella se había vuelto como un calcetín en muchos aspectos.
Al principio se alegró pensando que había salido ganando pero acto seguido cayó en su error, pues los recuerdos también congelan contemplar los cambios de los demás, así, aquél novio suyo quizá sería ahora otra persona completamente distinta de la que trató.
Y  ¿Cómo sería?, ¿Qué sería de su vida ahora?
Y ¿Qué importaba? Si ella era feliz con ella misma y con la vida que llevaba.

En realidad sólo era curiosidad, esa curiosidad que siempre le sigue a recordar, y que ahora no podía evitar que comparara lo importante que él había sido antes y ya ni si quiera acudiera a su mente si no era casualmente, como hoy.
“¿Cuántos momentos, cuántas sensaciones se habrán quedado por “el camino al hoy” que me hacen ser quien soy?”  Se dijo. “¿A cuántas personas más no recordaré?” Y concluyó pensando que de la vida se vivía “una parte” momentánea y cambiante, y de “las otras”: muchas de ellas van borrándose mientras caminamos.
Sin embargo, aun olvidándoseme los vivos que van alejándose, de mis muertos no pasa un día sin que los añore ó me vea junto a ellos.

Amparo Suárez.

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