martes, 3 de diciembre de 2013

Despedidas


                                       (Imagen André Kohn)


    No sé decir adiós, sé que ya debería haberlo aprendido pero aún me cuesta. Las despedidas, se me acentúan en el tiempo. Quizás por eso comprenda a ese hombre que aún siendo siempre gran amigo de sus amigos, en la vejez dejó de acudir a sus entierros. Les lloraba en la distancia, y con el tiempo prefirió no saberlo. Tenía mucho miedo a la muerte.

Su miedo, no pienso que fuera al acto físico de morir, que también , sino más bien se debía a la educación religiosa que recibió, tan de aquella época, en la que por menos de un pitillo te ibas al infierno, eso hacía hacía temer por tu alma y su descanso eterno. Antes de su vejez, este hombre fue emprendedor como pocos, optimista y lanzado, y tuvo una vida llena de altibajos. Y fue al final de sus días, cuando sufría por no ser capaz de encajar los fracasos. Quizá también más por rendir cuentas.

Esto comulga con la creencia de que esa es la edad en la que uno espera, como el que espera una sentencia, teniendo la certeza de que ya pocas cosas cambiarán el curso en la recta final de la vida.

Pero ¿qué nos pasa a nosotros?, los que hoy aún no somos viejos....¿Estamos sentenciados?

Nos estamos acostumbrando a todo. La injusticia campa a sus anchas y nos parece normal.
¿Y la creatividad, las ganas de cambiar las cosas?, emprender por insignificante que sea, lo que sea...

Sin creatividad, ¿qué provocará cambios, qué futuro nos espera a corto ni medio plazo?....Seguir en el huevo de Colón.

El miedo a la crisis nos ha vuelto cautos, temerosos, y egocéntricos. Todo éso, es contrario al ingenio, a dejar entrar lo nuevo, lo diferente, .... lo que debería ser lógico que todos viéramos porque el hambre aguza al ingenio y solo unos pocos lo ven. Cuando uno se asfixia debe ser un ave fénix con las alas abiertas a la creatividad. Y no un pájaro de mal agüero cercenando a la intuición.

Uno ve la injusticia, el despropósito, la pobreza absurda, y sigue andando como acostumbrados ya a ello. Cuando lo lógico sería sonarse los mocos y rasgar los pocos harapos que nos quedan para ponernos a la acción. Para que la creatividad aflore, salte dando brincos por la casa, la empresa, la vida, en la fe de que esto puede y debe cambiar.

Esa es la enseñanza que los de mi edad le vamos a dejar a los que nos siguen. Aguantar, aguantar y resignarse.

Que mi boca sea pregón de libertad, que lo sea sin miedos, sin ego. Que la libertad sea. Que mi boca sea la boca de los que no puedan hablar. Que mi boca sea inconforme, rebelde y que ante lo injustificable no calle jamás.

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