sábado, 14 de abril de 2012

Despertares.Cap.5 "Para mis “Guerrer@s de la Luz”


Llegó su turno y Ernesto pasó a la sala de consultas del Doctor. Allí no había nadie más que él,  se encontraba leyendo frente a la pantalla de un ordenador, sabía que aquél buen erudito, aunque ocupado en sus deberes, era ya consciente de su presencia en la estancia y para no molestarle hizo lo que le pareció más oportuno: sentarse a esperar.

 Habían transcurridos unos minutos y el facultativo no le prestaba atención, le parecieron interminables. Pero por fin, justo cuando estaba punto de toser en falso para hacerse notar ante el doctor, éste movió la cabeza para mirarle e hizo una mueca de sospechosa interpretación,  no estuvo seguro si era o no una sonrisa,  pero de ese modo le dio a entender a Ernesto que éste sí era su momento.

-         ¿Y bien Ernesto, qué tal se encuentra? Esta y las visitas venideras son rutinarias, de seguimiento, así que es importante que me cuente que tal va su recuperación tras su marcha del hospital a casa, iremos valorando sus progresos hasta que le demos el alta médica.
-         Buenas tardes Doctor, bueno, creo que va todo bien en lo que se refiere a mi salud, aunque ando algo bajo de forma física…, me canso pronto, aparte también quería comentarle que algunas veces noto sensación de ahogo, pero no es producto del cansancio, es una sensación de opresión en el pecho que después se pasa.
-         Eso que le sucede es producto del estrés, una consecuencia residual derivada por  trauma sucedido, es normal en sus circunstancias que ocurran estos y otros síntomas asociados como los que describe. ¿Le ocurre muy a menudo?  ¿Tiene o ha tenido pérdida de orientación, mareos, fallos de memoria, dolor de cabeza? Usted cuénteme, aunque crea que no es importante…
-         Verá los que usted menciona me suceden, no así la pérdida de memoria, lo que ocurre es que vienen pero ninguno de ellos de manera frecuente, son todos  pasajeros.

El doctor guardó silencio mirándole fijamente, dejó pasar un ángel para que el paciente a su vez siguiera hablando.

Ernesto por un momento dudó, pensó si contarle el resto de lo que había ocultado, pero no se atrevió.

-         Bien – dijo el doctor, - entonces pasemos a hacerle el reconocimiento rutinario y si todo va bien volveremos a vernos dentro de dos semanas.
-         De acuerdo.

El doctor hizo las pruebas sin decir una palabra más del tema que les ocupaba y cuando concluyo,  continuó la conversación como si no se hubiera quedado zanjada.

-         No obstante si en este tiempo notase algo distinto, o algún síntoma de los que le he comentado se hace persistente acuda a la consulta. Pregunte los días que estoy a la enfermera  y ella le informará. Para esto no hace falta que pida cita previa, venga a verme directamente a la consulta. ¿De acuerdo Ernesto?
-         Sí Doctor así lo haré.
-         ¿Duerme bien por la noche?
-          Bueno, a veces me despierto y me cuesta volver a conciliar el sueño.
-         Le voy a recetar algo, un momento, las tomará estas semanas, una por la noche  antes de acostarse o si sufre un momento de crisis en el que empiece a sentirse angustiado y no para,  se tomará una. Si empieza a dormir bien puede dejar de tomarlas.
-         De acuerdo.
-         Todo va muy bien, no se preocupe. Por mi parte la revisión ha terminado.

Ernesto veía que su tiempo para preguntarle al doctor lo que realmente quería se agotaba, y pensó que si no sacaba el tema ahora ya no podría hacerlo. No iba a contarle lo de sus extrañas voces ni lo de su visión del aura,  eso lo tenía claro, pero él no quería irse sin que el doctor le dijera cómo encontrar  a las personas que como él habían pasado por un ECM, de pronto recordó que estando en el hospital ingresado el doctor se ofreció a ponerle en contacto con gente que le ayudaría, personas que habían vivido su misma experiencia…. Y se le ocurrió sacarle el tema.

-         Doctor hay una cosa que quería comentarle, seré breve. ¿Sabe?, he estado pensando en lo que me aconsejó, me gustaría poder charlar con otras personas que hubieran vivido mi experiencia, pienso que eso me ayudaría. Pero no sé a donde acudir, ¿Podría usted ponerme en contacto con alguna asociación o grupo de personas que han pasado lo mismo que yo? No me refiero al hecho de haber sufrido un traumatismo sino a haber vivido una ECM,  he considerado lo que me dijo usted y voy a seguir su consejo con la esperanza de que eso ayude a  mi rehabilitación.
-         Me parece una idea estupenda Ernesto, y me alegra que se anime por fin a hacerlo. ¡Sí que puedo ponerlo en contacto!, de hecho colaboro en un proyecto de investigación sobre el tema y le puedo facilitar el nombre de la persona que podrá aclararle mucho de lo que allí hacemos. Tenga, le dejo la tarjeta.

Y estrechando la mano de su médico se despidió.

Al salir del hospital, la casualidad quiso de nuevo intervenir en nuestras vidas, Ernesto bajaba las escaleras mirando impaciente la tarjeta que su doctor le dio. Sacó su móvil para marcar el número que aparecía en la tarjeta. A partir de ese momento mi móvil comenzó a sonar sin parar y yo me afanaba en encontrarlo buscando dentro de alguno de mis bolsillos, pero cuando por fin  conseguí hacerme con él ya había dejado de sonar. Luego hice algo que no suelo hacer nunca, que es devolver una llamada de un teléfono que no conozco y esto, aún no sé qué me llevó a hacerlo.

-         Este es el contestador de Ernesto Bend, en este momento no le puedo atender pero deje su mensaje o su número de teléfono y le llamaré lo antes posible.


Entonces me quedé pensando… aquél nombre me era familiar……jajaja, ¡claro!, ¡era el señor del hospital! Y quedé aún más sorprendido si cabe por la llamada. Esta intriga añadió a mi mente dos nuevas;  la primera ¿cómo conocía mi teléfono? y  la segunda, más interrogante aún si cabe que el anterior, ¿porqué querría llamarme?
Entonces tratando por defecto profesional de dar una respuesta  a lo acaecido intenté responderlas yo mismo. ¿Habría perdido algo y creyó que puedo tenerlo yo? O todo lo contrario ¿lo habría perdido yo? Pero eso no contestaba la primera de ellas, ¿cómo sabía mi teléfono?
Y dicho esto,  me puse a revisar mis cosas por si echaba algo en  falta.

Acto seguido mi teléfono móvil comenzó a sonar de nuevo, sonó dos veces y se cortó. Era él nuevamente. ¿A qué estaba jugando? Pero entonces yo hice lo mismo y oí un teléfono sonar a la par que él mío hacía la llamada saliente. Aquello no era una casualidad,….y me giré para buscar el sonido de un móvil que oía a mi espalda y allí estaba él justo detrás de mí.

¿Cómo es que tenía mi número?, la respuesta no tardó en llegar, vi que en su mano  llevaba la tarjeta del proyecto. Ernesto sin duda habría vivido una ECM y era paciente de mi colega, éste a su vez le había facilitado mi teléfono.

Su cara era todo un poema, tanta coincidencia nos hizo a los dos especular, pero él  sumó rápido, y rápido llegó a la conclusión de que dos y dos siempre son cuatro.

Yo iba muy desaliñado,  sin duda no era yo del tipo al que él esperaba encontrar tras la lectura de la tarjeta.  Los  estereotipos no siempre dan en el clavo, el perfil de la imagen mental que se hizo de mi persona no se coincidía con el desfachado que se hallaba frente a él. La flexión de su comisura en su boca así lo reflejaba, el arqueo de su labio lo decía todo, una mueca entre desilusión, enojo y sorpresa. Y además estaba el encontronazo que habíamos intercambiado en la ventanilla del hospital. Aquello que duda cabe que le habría predispuesto en mi contra.

Así que quise yo romper el hielo de tan tensa situación y le dije:

-         Vaya Sr. Ernesto ¿andaba usted buscándome?
-          No exactamente.

De golpe recordé el encontronazo que mantuvimos esperando en la ventanilla del hospital no hacía ni un par de horas,  allí me despaché a gusto con él y me reí en su cara. Y llegué a la conclusión de que estaría ahora cerrado en bandas y no me daría opción a que le contara, claro que  razones no le faltaban. Pero era muy importante que él  escuchara lo que yo tenía que contarle del Proyecto. Fue entonces cuando se me ocurrió soltarle una larga parrafada para así no darle tiempo a que me dejara plantado sin antes haber podido explicarle en lo que éste consistía…y antes de que me diera tiempo volvió a decir – no exactamente –

Pero justo cuando se disponía a irse yo le empecé a hablar:
-         Me hago cargo de ello, pero no siempre es tan fiero el león como lo pintan. A veces las apariencias engañan. Empecemos de nuevo y desde ese punto inicial todo será más fácil. Haré yo las presentaciones con su permiso.  Mi nombre lo sabe, así que me lo salto porque   conviene mejor ir al grano en estas circunstancias, ¿no cree? Y lo que acucia es  que entremos cuanto antes en lo realmente relevante de nuestro encuentro ¡y eso es lo que debe ocuparnos al fin y al cabo! Dicho lo cual, sin más preámbulos me adentro ya en ello. Como ya sabe,  yo pertenezco al proyecto, soy el responsable de presentar y orientar a los nuevos miembros que se van  incorporando al mismo. En este Proyecto trabajamos todos juntos,  de lado un equipo de personas doctoradas en diferentes especialidades, aunque todas ellas en nuestro trabajo nos hayamos relacionadas con este campo objeto del estudio, pues bien nosotros junto con un grupo de personas que han pasado por  una experiencia como la suya  hemos hecho un frente común para investigar e intentar dar una explicación a este tipo de fenómenos que rodean a un ECM. Para intentar dar respuesta a tantas coincidencias sin explicación.  La investigación cubre diferentes frentes que a la vez están todos relacionados,  de un lado atañe la parte emocional del individuo que analizamos bajo el campo de la psicología y de otro lado las reacciones físicas que lo desencadenan que tiene que ver con el estudio del cuerpo y cerebro cuando estos sucesos  se desencadenan y por fin un estudio conjunto de todo lo que provoca sus consecuencias de manera vinculada a estos campos como ya dije.
-         Bueno pues ahora es mi turno, yo también pasaré por alto mi nombre, que ya sé que conoce e intentaré ir al grano como usted. Efectivamente dedujo usted ya que soy paciente de su colega, y  supondrá que he vivido recientemente una experiencia de las denominadas ECM. Lo cual ahora yo le confirmo.
-         Pues sí que ha ido usted al grano.
-         Y….Ah!, les he llamado es porque el buen doctor me recomendó que sería bueno para mi recuperación acercarme al proyecto.
-         Si no tiene prisa como es mi caso, podríamos tomarnos ahora un café y así me cuenta cual ha sido su experiencia siempre que usted quiera y pueda hablar de ella… No todas las personas que han vivido algo así pueden o quieren recordar lo  sucedido.
-         Si, tomemos ese café, yo también dispongo de tiempo, es más,  no tengo nada mejor que hacer.
-         Bueno pues acompáñeme y vayamos a buscar una cafetería por aquí cerca.

Mientras íbamos de camino a la cafetería,  Ernesto comenzó a relajarse y llegó un momento en el que se sintió cómodo en mi compañía. Fue entonces cuando comenzó a relatar la vivencia de su ECM.

De ese modo me contó su experiencia cercana a la muerte,  y no deja de sorprenderme como por más veces que oiga un nueva  EMC sin duda nunca llegará a acostumbrarme, ni a dejar de sorprenderme, maravillándome. Siempre despiertan en mí ganas de que no acaben de ser contadas y que ellos sigan relatando más datos nuevos acerca de su ECM. Quedándome con ganas de ir más allá de lo narrado.

En todos los casos que yo conocí, la historia siempre acababa allí, y esto repercutía en un cambio radical en sus vidas. En hábitos, conductas, escala de valores, todo se veía afectado. Empezaba a vivir una vida más espiritual y profundamente enfocada hacía todo lo afectivo. Y la mayoría de las personas retomaba sus vidas dando un giro de ciento ochenta grados y volviendo a mirar hacia delante con otros ojos.

 Pero si lo afectivo de la persona se veía profundamente comprometido por la ECM , no  ocurría lo mismo en el plano físico. La recuperación física no dejaba secuelas de ningún tipo. Y no había, salvo que hubiera habido lesiones físicas permanentes, ningún tipo de recuperación extraordinaria. En todos los casos que había conocido y estudiado aquello era así. En todos menos en uno, el de Ernesto Bend.

No hay comentarios:

Publicar un comentario