Llegó su turno y Ernesto pasó a la sala de consultas del
Doctor. Allí no había nadie más que él, se encontraba leyendo frente a la pantalla de
un ordenador, sabía que aquél buen erudito, aunque ocupado en sus deberes, era
ya consciente de su presencia en la estancia y para no molestarle hizo lo que
le pareció más oportuno: sentarse a esperar.
Habían transcurridos
unos minutos y el facultativo no le prestaba atención, le parecieron interminables.
Pero por fin, justo cuando estaba punto de toser en falso para hacerse notar
ante el doctor, éste movió la cabeza para mirarle e hizo una mueca de sospechosa
interpretación, no estuvo seguro si era
o no una sonrisa, pero de ese modo le
dio a entender a Ernesto que éste sí era su momento.
-
¿Y bien Ernesto, qué tal se encuentra? Esta y las
visitas venideras son rutinarias, de seguimiento, así que es importante que me
cuente que tal va su recuperación tras su marcha del hospital a casa, iremos
valorando sus progresos hasta que le demos el alta médica.
-
Buenas tardes Doctor, bueno, creo que va todo bien en
lo que se refiere a mi salud, aunque ando algo bajo de forma física…, me canso
pronto, aparte también quería comentarle que algunas veces noto sensación de
ahogo, pero no es producto del cansancio, es una sensación de opresión en el
pecho que después se pasa.
-
Eso que le sucede es producto del estrés, una
consecuencia residual derivada por trauma sucedido, es normal en sus
circunstancias que ocurran estos y otros síntomas asociados como los que
describe. ¿Le ocurre muy a menudo?
¿Tiene o ha tenido pérdida de orientación, mareos, fallos de memoria,
dolor de cabeza? Usted cuénteme, aunque crea que no es importante…
-
Verá los que usted menciona me suceden, no así la
pérdida de memoria, lo que ocurre es que vienen pero ninguno de ellos de manera
frecuente, son todos pasajeros.
El doctor guardó silencio mirándole fijamente, dejó pasar un
ángel para que el paciente a su vez siguiera hablando.
Ernesto por un momento dudó, pensó si contarle el resto de
lo que había ocultado, pero no se atrevió.
-
Bien – dijo el doctor, - entonces pasemos a hacerle el
reconocimiento rutinario y si todo va bien volveremos a vernos dentro de dos
semanas.
-
De acuerdo.
El doctor hizo las pruebas sin decir una palabra más del
tema que les ocupaba y cuando concluyo, continuó
la conversación como si no se hubiera quedado zanjada.
-
No obstante si en este tiempo notase algo distinto, o
algún síntoma de los que le he comentado se hace persistente acuda a la
consulta. Pregunte los días que estoy a la enfermera y ella le informará. Para esto no hace falta
que pida cita previa, venga a verme directamente a la consulta. ¿De acuerdo
Ernesto?
-
Sí Doctor así lo haré.
-
¿Duerme bien por la noche?
-
Bueno, a veces
me despierto y me cuesta volver a conciliar el sueño.
-
Le voy a recetar algo, un momento, las tomará estas
semanas, una por la noche antes de
acostarse o si sufre un momento de crisis en el que empiece a sentirse
angustiado y no para, se tomará una. Si
empieza a dormir bien puede dejar de tomarlas.
-
De acuerdo.
-
Todo va muy bien, no se preocupe. Por mi parte la
revisión ha terminado.
Ernesto veía que su tiempo para preguntarle al doctor lo que
realmente quería se agotaba, y pensó que si no sacaba el tema ahora ya no
podría hacerlo. No iba a contarle lo de sus extrañas voces ni lo de su visión
del aura, eso lo tenía claro, pero él no
quería irse sin que el doctor le dijera cómo encontrar a las personas que como él habían pasado por
un ECM, de pronto recordó que estando en el hospital ingresado el doctor se
ofreció a ponerle en contacto con gente que le ayudaría, personas que habían
vivido su misma experiencia…. Y se le ocurrió sacarle el tema.
-
Doctor hay una cosa que quería comentarle, seré breve.
¿Sabe?, he estado pensando en lo que me aconsejó, me gustaría poder charlar con
otras personas que hubieran vivido mi experiencia, pienso que eso me ayudaría.
Pero no sé a donde acudir, ¿Podría usted ponerme en contacto con alguna
asociación o grupo de personas que han pasado lo mismo que yo? No me refiero al
hecho de haber sufrido un traumatismo sino a haber vivido una ECM, he considerado lo que me dijo usted y voy a
seguir su consejo con la esperanza de que eso ayude a mi rehabilitación.
-
Me parece una idea estupenda Ernesto, y me alegra que
se anime por fin a hacerlo. ¡Sí que puedo ponerlo en contacto!, de hecho
colaboro en un proyecto de investigación sobre el tema y le puedo facilitar el
nombre de la persona que podrá aclararle mucho de lo que allí hacemos. Tenga,
le dejo la tarjeta.
Y estrechando la mano de su médico se despidió.
Al salir del hospital, la casualidad quiso de nuevo
intervenir en nuestras vidas, Ernesto bajaba las escaleras mirando impaciente
la tarjeta que su doctor le dio. Sacó su móvil para marcar el número que
aparecía en la tarjeta. A partir de ese momento mi móvil comenzó a sonar sin
parar y yo me afanaba en encontrarlo buscando dentro de alguno de mis
bolsillos, pero cuando por fin conseguí
hacerme con él ya había dejado de sonar. Luego hice algo que no suelo hacer
nunca, que es devolver una llamada de un teléfono que no conozco y esto, aún no
sé qué me llevó a hacerlo.
-
Este es el contestador de Ernesto Bend, en este momento
no le puedo atender pero deje su mensaje o su número de teléfono y le llamaré
lo antes posible.
Entonces me quedé pensando… aquél nombre me era
familiar……jajaja, ¡claro!, ¡era el señor del hospital! Y quedé aún más
sorprendido si cabe por la llamada. Esta intriga añadió a mi mente dos nuevas; la primera ¿cómo conocía mi teléfono? y la segunda, más interrogante aún si cabe que
el anterior, ¿porqué querría llamarme?
Entonces tratando por defecto profesional de dar una
respuesta a lo acaecido intenté
responderlas yo mismo. ¿Habría perdido algo y creyó que puedo tenerlo yo? O
todo lo contrario ¿lo habría perdido yo? Pero eso no contestaba la primera de
ellas, ¿cómo sabía mi teléfono?
Y dicho esto, me puse
a revisar mis cosas por si echaba algo en
falta.
Acto seguido mi teléfono móvil comenzó a sonar de nuevo,
sonó dos veces y se cortó. Era él nuevamente. ¿A qué estaba jugando? Pero
entonces yo hice lo mismo y oí un teléfono sonar a la par que él mío hacía la
llamada saliente. Aquello no era una casualidad,….y me giré para buscar el
sonido de un móvil que oía a mi espalda y allí estaba él justo detrás de mí.
¿Cómo es que tenía mi número?, la respuesta no tardó en
llegar, vi que en su mano llevaba la
tarjeta del proyecto. Ernesto sin duda habría vivido una ECM y era paciente de
mi colega, éste a su vez le había facilitado mi teléfono.
Su cara era todo un poema, tanta coincidencia nos hizo a los
dos especular, pero él sumó rápido, y
rápido llegó a la conclusión de que dos y dos siempre son cuatro.
Yo iba muy desaliñado,
sin duda no era yo del tipo al que él esperaba encontrar tras la lectura
de la tarjeta. Los estereotipos no siempre dan en el clavo, el
perfil de la imagen mental que se hizo de mi persona no se coincidía con el
desfachado que se hallaba frente a él. La flexión de su comisura en su boca así
lo reflejaba, el arqueo de su labio lo decía todo, una mueca entre desilusión,
enojo y sorpresa. Y además estaba el encontronazo que habíamos intercambiado en
la ventanilla del hospital. Aquello que duda cabe que le habría predispuesto en
mi contra.
Así que quise yo romper el hielo de tan tensa situación y le
dije:
-
Vaya Sr. Ernesto ¿andaba usted buscándome?
-
No exactamente.
De golpe recordé el encontronazo que mantuvimos esperando en
la ventanilla del hospital no hacía ni un par de horas, allí me despaché a gusto con él y me reí en su
cara. Y llegué a la conclusión de que estaría ahora cerrado en bandas y no me
daría opción a que le contara, claro que razones no le faltaban. Pero era muy importante
que él escuchara lo que yo tenía que
contarle del Proyecto. Fue entonces cuando se me ocurrió soltarle una larga
parrafada para así no darle tiempo a que me dejara plantado sin antes haber
podido explicarle en lo que éste consistía…y antes de que me diera tiempo
volvió a decir – no exactamente –
Pero justo cuando se disponía a irse yo le empecé a hablar:
-
Me hago cargo de ello, pero no siempre es tan fiero el
león como lo pintan. A veces las apariencias engañan. Empecemos de nuevo y
desde ese punto inicial todo será más fácil. Haré yo las presentaciones con su
permiso. Mi nombre lo sabe, así que me
lo salto porque conviene mejor ir al
grano en estas circunstancias, ¿no cree? Y lo que acucia es que entremos cuanto antes en lo realmente
relevante de nuestro encuentro ¡y eso es lo que debe ocuparnos al fin y al cabo!
Dicho lo cual, sin más preámbulos me adentro ya en ello. Como ya sabe, yo pertenezco al proyecto, soy el responsable
de presentar y orientar a los nuevos miembros que se van incorporando al mismo. En este Proyecto
trabajamos todos juntos, de lado un
equipo de personas doctoradas en diferentes especialidades, aunque todas ellas
en nuestro trabajo nos hayamos relacionadas con este campo objeto del estudio,
pues bien nosotros junto con un grupo de personas que han pasado por una experiencia como la suya hemos hecho un frente común para investigar e
intentar dar una explicación a este tipo de fenómenos que rodean a un ECM. Para
intentar dar respuesta a tantas coincidencias sin explicación. La investigación cubre diferentes frentes que
a la vez están todos relacionados, de un
lado atañe la parte emocional del individuo que analizamos bajo el campo de la
psicología y de otro lado las reacciones físicas que lo desencadenan que tiene
que ver con el estudio del cuerpo y cerebro cuando estos sucesos se desencadenan y por fin un estudio conjunto
de todo lo que provoca sus consecuencias de manera vinculada a estos campos
como ya dije.
-
Bueno pues ahora es mi turno, yo también pasaré por
alto mi nombre, que ya sé que conoce e intentaré ir al grano como usted. Efectivamente
dedujo usted ya que soy paciente de su colega, y supondrá que he vivido recientemente una
experiencia de las denominadas ECM. Lo cual ahora yo le confirmo.
-
Pues sí que ha ido usted al grano.
-
Y….Ah!, les he llamado es porque el buen doctor me
recomendó que sería bueno para mi recuperación acercarme al proyecto.
-
Si no tiene prisa como es mi caso, podríamos tomarnos
ahora un café y así me cuenta cual ha sido su experiencia siempre que usted
quiera y pueda hablar de ella… No todas las personas que han vivido algo así
pueden o quieren recordar lo sucedido.
-
Si, tomemos ese café, yo también dispongo de tiempo, es
más, no tengo nada mejor que hacer.
-
Bueno pues acompáñeme y vayamos a buscar una cafetería
por aquí cerca.
Mientras íbamos de camino a la cafetería, Ernesto comenzó a relajarse y llegó un momento
en el que se sintió cómodo en mi compañía. Fue entonces cuando comenzó a
relatar la vivencia de su ECM.
De ese modo me contó su experiencia cercana a la muerte, y no deja de sorprenderme como por más veces
que oiga un nueva EMC sin duda nunca
llegará a acostumbrarme, ni a dejar de sorprenderme, maravillándome. Siempre
despiertan en mí ganas de que no acaben de ser contadas y que ellos sigan
relatando más datos nuevos acerca de su ECM. Quedándome con ganas de ir más
allá de lo narrado.
En todos los casos que yo conocí, la historia siempre
acababa allí, y esto repercutía en un cambio radical en sus vidas. En hábitos,
conductas, escala de valores, todo se veía afectado. Empezaba a vivir una vida
más espiritual y profundamente enfocada hacía todo lo afectivo. Y la mayoría de
las personas retomaba sus vidas dando un giro de ciento ochenta grados y
volviendo a mirar hacia delante con otros ojos.
Pero si lo afectivo
de la persona se veía profundamente comprometido por la ECM , no ocurría lo mismo en el plano físico. La
recuperación física no dejaba secuelas de ningún tipo. Y no había, salvo que
hubiera habido lesiones físicas permanentes, ningún tipo de recuperación
extraordinaria. En todos los casos que había conocido y estudiado aquello era
así. En todos menos en uno, el de Ernesto Bend.
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