jueves, 14 de mayo de 2015

La gaviota desobediente


En algún momento, una  gaviota que sobrevolaba la costa, divisó unos restos de pescado flotando en el mar, y loca de contenta, voló hacia allí celebrando aquel maravilloso hallazgo. Entonces, el reguero del pescado la condujo hasta un barco desde donde unos pescadores los arrojaban.
Aquello volvió a repetirse en los días siguientes, convirtiéndose en costumbre por la manera tan fácil de conseguir su alimento. Desde entonces nunca más volvió a pescar.  
Las demás gaviotas, se unieron a ella; y juntas, como piratas, sobrevolaban todas las naves que les proveían de comida  
-¿Y para qué pescar- se decían -,cuando el hombre lo hace por nosotras? -  .Y todas estuvieron de acuerdo.
A partir de entonces, las gaviotas pasaban la mayoría del tiempo en los alrededores de la costa y sólo regresaban al mar cuando aparecían los pesqueros. Pero entonces sucedió que cada vez eran menos los barcos que llegaban de alta mar. Y como habían perdido su habilidad pescadora, aquél oasis se convirtió en un lugar de muerte para todas ellas.

Entonces, la más avispada animó a unas cuantas a seguir los restos que a su paso iban dejando los   humanos, y se fueron tras él tierra adentro. Y fue así como encontraron “las montañas negras de los hombres”; toneladas y toneladas de basura apiladas en montoneras. 
Pronto, todas ellas emigraron a aquel lugar en el que la comida no dejaba de crecer y extenderse como si milagrosamente tuviera vida propia.
Y allí se han quedado.
Así fue como gracias al hombre, la gaviota dejó la mar y se marchó a los campos. 

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