Imagen de Andre Kohn..
Es Febrero y las calles están llenas de abrigos.
El pequeño broche prendido en la solapa del abrigo se va, y yo también, tras
un gabán azul marino y una bufanda a rayas que pasa de largo….
Me adelantan unas deportivas desgastadas y un fular de
motivos étnicos, va enrollado como una
pitón a su presa, se detiene….Hizo un largo viaje que comenzó en un mercadillo de
Tetuán, de allí es Fátima, a la que no ha vuelto a ver. El próximo año cuando
vuelva a Marruecos, si aún no se ha casado con Salin, la buscará para
devolvérselo. La tarde en que se despidieron, ella lo enrolló alrededor su cuello,
y ahí sigue, aunque se escape y no le abrigue. El tiempo les ha jugado una mala
pasada, se encontraron demasiado tarde o demasiado pronto.
Un par de relucientes zapatos, van con
cuidado de no pisar los pies que descansan sobre un
cartón en el que se puede leer “ayúdame”.
Las deportivas desgastadas dejan un par de monedas.
Las esquinas de estas calles son como los picos de mi
pañuelo.
Más adelante, unas botas de flecos, caminan junto a un par
de mocasines y un maletín, a su lado va en bandolera un gracioso bolso que
contiene un diario, y en una de sus
hojas se oculta un secreto que el viento le arrancará.
….acaba de ocurrir algo mágico, ha sido el cruce de una mirada,
solo ha sido un segundo, puede que dos…. A algunas personas les vemos el alma
en los ojos, he sentido su mirada en la mía,
y me sentí desnuda sin ni si quiera quitarme la ropa.
En ese escaparate, está mi reflejo, se va, y yo también.
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