Y vivir exige coraje, valor, y así vamos, destilando ensayos, análisis previos a la ejecución,… Y asi vamos, reinventandonos.
Contigo me quedo pequeño corazón guerrero, te observo y me fascina que no puedas verte a ti misma. A esa mujer que no sabe de lo que es capaz pero lo hace cuando llega el momento. Te observo mientras estás improvisando una sopa y
doblas la ropa, mientras vas y vuelves, del fuego al canasto, del canasto al fuego, hueles a especias, a cúrcuma, a popurrí de pimientas y a una pizca de nuez moscada…, merece la pena improvisar aunque acarre consecuencias, mandas tú, y asumes tu poderío.
Tu cumpleaños se acerca.
Están esos años que llegan sin que preocupen, y otros que son como abismos a los que da miedo llegar.
Se podría decir, que tras cerrar su ciclo asustan los pendientes, parece como si uno perdiera confianza, esa, que antes te ha dado el impulso para explorar caminos nuevos.
Entrar en pánico, te impide moverte.
Quizá, esos cables de la cabeza que estaban ordenados para actuar con diligencia y sin pensárselo mucho, ahora han cedido su poder a las emociones, esas que a flor de piel, son un torrente descontrolado que nos poseen, como un revolver que se dispara solo, en cualquier momento.
Aún sujetaba la camisa dándole tantas vueltas como a sus ideas, y jaló con tanta fuerza del cuello que cuando quiso darse cuenta, le había sacado la costura y lo sostenía en la mano. Esa era la prueba de lo que podía llegar a pasar cuando soltaba toda esa “brujería” que llevaba dentro. Juntó las dos piezas haciendo un gurruño y las ocultó en el canasto.
¡Qué asco de crisis! El país pasaba por la misma crisis que pasaba su casa, siempre faltaba dinero, eso, en los tiempos que corrían, era lo menos malo, dentro de una estrechez a la que no había estado acostumbra, pero como de “mal a peor” va “poco a poco”, la paciencia ayuda a discernir que las tensiones no son problemas que no pueda solucionar el dinero, y así tiras y aflojas tus explicaciones, y sobrellevas mejor tener que decir tantas veces no. No se puede, no, no se puede, ¿por qué no?, pues porque no, no se puede ahora, ¡ay ya se podrá!
Y es que nacer y vivir en época de bonanza, estabilidad y paz, te hace ser mal creido,…si perteneces a una tercera generación que escuchó de sus abuelos lo que vivieron sus padres, sabes de lo que hablo. Uno, en resumen, cree: que el hombre aprendió de esos errores, y que todas las vidas que se perdieron (antes, en la guerra, y después de las venganzas) , todo el hambre que ocasionó y la separación de las familias, harán que nunca se olvide lo que supuso vivir momentos como aquellos.
Pero ¿y a nuestros hijos?, ¿que ya nada les queda de aquellos recuerdos?, ¿qué saben de todo eso?, por eso mismo, a ellos les resultará más fácil no sentir miedo a una guerra, ellos que sufren la crispación que les cuenta su presente.
Removía la sopa, como removía sus demonios, conectando con ese yo, que sabía confortarla y abrazar de vez en cuando sus miedos haciéndole ver que todas las cosas no pueden arreglarse en el mismo momento. Que tendría que seguir estirarando su paciencia un poco más.
Lo importante era no vararse, creyendo que no hay más horizontes a donde poner la vista, eso es una mentira que nos decimos cuando tenemos miedo de vivir.
Amparo Suárez.
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