Lo que se despierta, a su vez desencadena.
Y a mí me pasó,
debía estar ahí dormido y despertó, y ahora era una avalancha, pompas, pompas y más pompas desgranaban las
piezas de mi mecano,…
No estamos acostumbrados a mirarnos dentro, el lago profundo
que nos habita, sus corrientes están abajo, y uno navega casi siempre por la
superficie, asusta ver dentro mares embravecidos, zonas oscuras que viven
dentro de ti.
Cuando uno quiere saberse, ha de tratar de relativizar, de encontrar
el lado cómico de estar recorriendo sus rincones como se anda por un laberinto,
¡menudo yo!, ¡la verdad, es que sentí ganas de huirme!, cerrarme como se cierra
un libro. Encontré páginas viejas que me quedaron por leer, ¿y si eran viejas
por qué me hacían llorar, en lugar de alegrarme?, me convulsionaban sacándome
de mis casillas, mi “yo” era un auténtico cretino ocultador, y lo supe, aunque
no supiera aún qué hacer al respecto. Pero si de algo estaba segura, era de que
aquello, no, no era yo, eran mis sombras.
¡Por dios, cómo eran mis pompas de chicle, de grandes,
redondas, y brillantes, …. y qué pocas preocupaciones tenía yo!
Pequeños continentes, diversos, absurdos, cargas de un “Smith
and Wesson”, hileras rezando un rosario ¡los muy mudos! Ingrávidos, miedosos,
mártires de los ataques de vértigo. ¡Sabed, que hago pompas de vosotros!
Pompas combatientes, ilusionistas, guerreras, mandonas y
juzgadoras, salvadoras y clementes,
locas que me mostráis sabiamente, divertidas, absurdas, creativas, y en
las que me reconozco, ….hago pompas,
montones de pompas…. os suelto, os suelto, y suelto.
Amparo Suárez.