martes, 12 de agosto de 2014

El escritor

Y cada vez que escribo pienso en ojos, miradas que cortocircuitan mis dedos en el teclado. Supongo que soy un hombre dentro de otros, quizá un día pueda convencerle, que lo suyo, no es locura, sino imaginación.

Andrés, cerró el cuaderno lo guardó en el bolsillo de su chaqueta y dió otro empujón a la maleta, esta vez, quedó tan lejos, que ahora parecía abandonada, “¿Y si vinieran a por ella? …. ¡Ojala!”.
De todos modos, era incapaz de perderla de vista.

La megafonía, anunció que el tren con destino a Córdoba, estaba a punto de hacer su salida, era el que Andrés esperaba y que le llevaría de regreso a casa.

Salir de la rutina lo alteraba, y entonces, sufría cambios de humor. Soñador y algo melancólico, refugiaba su timidez en soledad, porque ésta, lo avergonzaba la mayoría del tiempo, y delante de otros, siempre le transformaba en un ser extravagante y estúpido…. Desde que recordaba, había tenido problemas para relacionarse con los demás, así que buscó refugio en la escritura, y aprendió a desahogarse en el papel, allí, su imaginación navegaba dejando estelas de tinta sobre  hojas y más hojas, construyendo vidas ajenas. De esta manera, experimentaba lo que pensaba serían las sensaciones de otros.

Seis meses atrás, Andrés, decidió enviar por correo, a su agente literario, un guión, en el que había trabajado durante años. Ésta, no era la primera vez que le mandaba textos, pero su agente, de todas las cartas que Andrés enviaba, sólo respondió a la primera con otra breve en la que le decía que podía seguir enviando sus obras, pero que ellos, sólo le informarían nuevamente, en el caso de que decidieran publicar algo suyo.
  
Por fin un día recibió una segunda carta. Su agente, le animaba a que se conocieran personalmente, le había enviado un billete de tren,  insistiéndole en lo conveniente que sería para su carrera que viniera a Madrid. También le informó de que ese guión suyo, había gustado mucho a una compañía cinematográfica con la que él,  ya había hablado personalmente. Ellos, querrían saber si su autor estaría dispuesto a que se le hicieran algunas adaptaciones al original. Y como representante y agente suyo que era, le propusieron concertar una cita con el escritor, para conocerle personalmente lo antes posible.


Era la primera vez desde el divorcio que salía de la ciudad,  “Todo fue bien, .. , aunque creí que me darían un adelanto económico,… ,  pero mi rosa…. mi rosa… he perdido a mi rosa….”
Iba en el asiento del tren, y no conseguía alejarlo de su mente…


…Acababa de llegar a la estación y se fue a tomar una tila al bar, aún era pronto, y  decidió quedarse un rato más.
A veces sufría ataques persistentes de tos, que llamaban la atención, como la del camarero, que no dejó de mirarlo de reojo. Le trajo a Andrés, dos vasos de agua, para ver si eso, lo ayudaba. Pero la tos no cesaba, y volvió con un par de caramelos.
Andrés no paraba de toser, cada vez le resultaba más incómodo quedarse allí, así que recogió la maleta y se fue a buscar un banco en donde esperar la llegada de su tren. 

Sólo llevaba un momento sentado en el banco, cuando sintió unas ganas tremendas de ir al baño y entonces pensó en qué hacer con su maleta, mirándola, recordó que la compró para su viaje de novios hacía más de treinta años, era enorme, rectangular, rígida, y de asas cortas. Para portearla, debía cogerla por sus asas….., no podía dejarla allí sola, y se la llevó al baño.

En los aseos, sólo había un servicio que tuviera puerta, era estrecho, y su suelo estaba  lleno de charcos. Él, que aún más desconfiado que tímido, entró en el servicio con la maleta a pulso y la sujetó, entre su rodilla y la pared, intentando no perder el equilibrio.  La maleta resbaló, él, quiso alcanzarla antes de que cayese al suelo, y entonces se puso perdidos los pantalones, y la maleta cayó al suelo mojándose también.

El agua del lavabo, salía presionando el pulsador, sin soltarlo. Andrés, arrimó la maleta al lavabo pero entonces aflojaba la presión sobre el pulsador y agua se cortaba….
Habría seguido intentándolo, y hasta lo habría logrado, pero pensó en lo que dirían de él si le vieran así, con los pantalones por la rodilla y la maleta en la mano, y abandonó todo intento…. Al salir, se cruzó en la puerta con dos zagalones, y se dijo… ¡Menos mal!

En el banco, el olor que despedían los pantalones y la maleta, apestaba a kilómetros…, cabizbajo, se cruzó de piernas y le pegó un puntapié a la maleta, no fuera a ser, se dijo, que pensar en aquello, otra vez, le diera ganas de volver al baño. …Y entonces la vió. Sólo había visto una flor como aquella en las revistas de cine, o en las películas…Y  caminaba en dirección a su banco.  
Las mejillas, comenzaron a calentárseles a la vez que las orejas. Pero entonces, reparó en el olor, y evitó el desencuentro saliendo a su encuentro. 

“Señorita,”  le dijo  “no creo que deba sentarse allí,…sin más preámbulos, sepa usted  que toda la vida he soñado con que una rosa tan bonita, se sentara en mi banco…., y fíjese ¡cómo me suceden a mi las cosas en la vida!…., cuando por fin va a sentarse a mi lado… le he de decir: ¡Señorita, lárguese a otro banco, que hoy, todo lo mío apesta!”


 Amparo Suárez.

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