Llegué a Teenes antes de la hora. En la barra, pedí una copa. Habíamos quedado para cenar los tres. Estaba nervioso, excitado. Sentía el peso del anfitrión que quiere dar la talla, la cita era en un selecto restaurante de moda. No quedaba muy lejos del hotel de donde ellas se hospedaron.
Hacía tres años que no nos veíamos. Desde entonces en mi vida había habido cambios de los que ellas no estaban al corriente,
de todas formas ya no importa, mi pareja me ha dejado. Dice que yo nunca le he querido de la manera en que esperó.
A las 8 y dos minutos la puerta del restaurante se abrió y ellas aparecieron. Esperé un poco, antes de acercarme para poder observarlas. ¡Ahí estaba Sandra!, no había cambiado, ese perfume..¡ me encanta!, Sé que desde donde yo estaba era imposible apreciarlo, pero uno intuye, aún en la distancia. La larga melena dorada le caía sobre un hombro de su esbelta figura bajo un "Dolce y Gabana" , lucía tan sexy. Luego mis ojos se posaron en Lucía…nunca fue coqueta pero... , venía con la cara lavada, unos vaqueros usados, después de tres años sin vernos me hizo perder las ilusiones de que quisiera gustarle, estaba cambiada, pero ¡qué guapa que es!, aún flaca y con ojeras…. Noté mi cuerpo agitarse y temblé…, temblé, sí. Temblé como un niño, … por ella. Mientras me acercaba, noté mi boca seca y que las piernas me flaqueaban, traté de calmarme, pero mi cuerpo, mis manos, y todo mi yo, tembló,…tan evidente era que tuve que meter las manos en los bolsillos de mi chaqueta para disimularlo.
Tras el saludo nos fuimos a la mesa y el camarero comenzó a servir el vino
.
-Lucía, – le dije con intención -por fin llegó el momento- y ella dijo muy fría y ausente –Si, ya estamos los tres reunidos -.Allí sentados, me daba cuenta tarde de mi embobamiento, mis ojos se clavaban Lucía sin poder apartarlos. El corazón me latía, tan fuerte, que parecía que no podria contenerlo y escaparía volando, y delante de todos se iría a abrazarla . Y Sandra, que no tiene un pelo de tonta, dijo –Hay cosas que nunca cambian- siempre tuvo la habilidad de soltarme perlas delante de Lucía que sólo ella y yo captábamos. La muy bruja me tiene calado, esta vez me habría gustado que no lo advirtiera. Aunque el primer sorprendido he sido yo. Creí que ya no sentiría esta clase de amor por las mujeres. .. Una vez más, ella, tan ajena, va y rompe todos mis moldes.
Y así fue para Sandra y Lucía aquel reencuentro:
Lucía y Sandra salieron de la conferencia para ir al restaurante en donde las esperaba Carlos. Aquella noche, habían quedado para cenar. Desde la boda de Lucía, tres años atrás, no mantuvieron contacto.
De camino al restaurante ellas comentaban el esperado reencuentro.
–Sandra, ¿Tú crees que Carlos quiere vernos o lo hemos puesto en un compromiso?
-¡Qué cosas dices mujer!, estará encantadísimo y estando tú más-
- ¿Pero? ¡Qué dices! A veces es que es tan “correcto” que me cuesta adivinar si a esa voluntad que siempre demuestra le acompaña también el deseo, abusamos de lo bueno que es con nosotras.
-¡Qué vamos a abusar! No seas mojigata y desmelénate, que sólo tenemos hasta mañana- Dijo mientras entraban ya en el restaurante.
-Lucía, ¡vaya sitio!…,Qué elegante, debe ser carísimo, -y al decirlo pensó “menos mal que vengo de firma que si no me da un ataque, pobre Lucía” -y luego añadió -,¡¡¡¡me encantaaaaaa!!!!. ¡Seguro que disfrutaremos la comida!-
-Calla por Dios, ¡que va a oírte el camarero! No veo a Carlos, ¿tú le ves?-
Carlos estaba en la barra y tras esperar unos minutos les salió al encuentro.
Después del saludo, los tres se fueron a la mesa. Sandra, daba pisaditas por debajo de la mesa a Lucía para que se diera cuenta pero ella no le prestaba la menor atención a sus señales. – “mira que es cegatona”- se decía Sandra mientras les observaba -“éste hombre está temblando como un flan delante de suya y la muy tonta ni se entera.”-
Carlos cogió la copa y dijo – Lucía, por fin llegó el momento- Sandra, creyó que lo de Carlos había sido una falta de delicadeza, “¡no haberla mencionado también a ella!” Y sonriente le dijo - hay cosas que nunca cambian- , pero Lucía parecía estar en otro lugar. Tomó la copa de vino distraída y añadió –por fin juntos los tres-
Carlos, recordó las palabras de Tomás el día que le dejó y se marchó para siempre. Nunca me has mirado como miras la foto de ella.… y en este momento frente a ella tuvo la respuesta.
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