sábado, 12 de abril de 2014

Despertares.Cap.8 "Para mis "Guerrer@s de la Luz"


Aquella mañana Ernesto buscaba en Internet información sobre I. Nowsan. Hasta que no estuvo en casa,  no se dio cuenta del riesgo que había corrido al seguir a la mujer del parque obedeciendo el mandato de aquella voz, sí, si la voz podía haberle conducido hacia  el hombre asesinado, el de su visión , o peor aún  hacia el asesino.
En principio pensó de aquella mujer que podría ser la pobre viuda desconsolada  pero ¿Y si no era ese el caso? ¿y si el finado…quería vengarse de su asesino ? Al  haberle  seguido podría haberse dado de bruces con él. LE CONOCÍA. Podía identificarle.

Para tener la seguridad de quién era Nowsan, tenía que averiguar primero su aspecto, y para eso debía encontrar una foto suya. Y tendría una prueba auténtica de que su visión podía ser real, de no ser así estaría persiguiendo un sueño. Cerrando los ojos intentaba recordar las imágenes. Sabía que el cerebro capta más información de la que uno es consciente y se concentró para intentar recordar.



Esa misma mañana a  la misma hora Lucía  salió de su trabajo.


Habían pasado ya más de dos meses y seguía sintiendo ese dolor que le oprimía el pecho como el primer día. Se preguntaba cuando podría respirar sin que le doliera tanto su pérdida. No pudo despedirse y eso lo hacía aún más difícil, la dejó como dejó este mundo,  y ella se sentía como una amante abandonada. Lo odiaba, ¿cómo había podido hacerle eso? ¿Es que ella no importaba? Maldito loco.
Un sentimiento de culpabilidad la atormentaba de cuando en cuando por no haberse dado cuenta de lo que pasaba,  de vez en cuando, asomaba para decirle que podía haber evitado que él se quitara la vida… .

Creía que le conocía, jamás habría esperado algo así. El era tan vital.

Su trabajo la había hecho que se acostumbrara a ver cadáveres, algunos fallecían y tenían el cuerpo lacerado por una muerte violenta quedando impreso en su cuerpo todo lo ocurrido, era donde ella tenía que averiguar lo que les sucedió.  Y  pese a que todo trabajo termina siendo rutinario, ella guardaba un profundo respeto en su trabajo hacia ellos pensando que se lo debía a sus almas. Lo que no esperó, es que de nada  le sirviera su experiencia para poder mantener la calma al recibir la noticia,  le dijeron que tenía que volver a casa porque había ocurrido algo terrible y no pudo hacer frente a lo que encontró. Su marido estaba muerto, y nada ni nadie podían  ya cambiar ese momento tan terrible. Esperaba que aquello fuera  un error y tras conocer todos los detalles de lo ocurrido se aclarara todo el malentendido, dijeron que cuando llegaron ya nada se pudo hacer para salvarle la vida. 
Pero cuando al fin supo qué le ocurrió, el dolor hizo que se rompiera por dentro,….¿Dice que él mismo se ha quitado la vida? ¿Por qué? …repetía una y otra vez. ¿Por qué?, eso no es posible, no, le digo que no es posible….

Aquello no podía ser cierto, habían hecho planes para hoy ¿Quién planea quitarse la vida y hacer cómo si la vida siguiera? El mismo hizo la reserva para la cena de esa noche. Estaba tan enfadada que no podía llorarle. Luego, la rabia la enmudeció, secó sus ojos haciendo que no pudiera salir de ellos ni una sola lágrima y no volvió a hablar hasta pasado el funeral. Recogió sus ropas y las mandó a la beneficencia,  sus efectos personales los metió ella misma en cajas para subirlos al trastero y cuando terminó, aún sacó fuerzas para buscar las fotos del álbum en las que aparecía para quitarlas de allí. No  quería ver nada que le recordara a él y terminó dejando la casa limpia de todo recuerdo.

Los días siguientes,  vagaba como una autómata mientras estaba en su casa, y se colgó del trabajo para no caerse, se sumergió en el frenético ritmo que le daba su oficio volcándose de lleno en el trabajo, cubriendo todas las guardias para ocupar la mayor parte del tiempo.

El séptimo día por fin se rompió como el cristal. Fue en la cocina, ya había acabado la cena y fregaba los platos cuando de pronto rompió a llorar desconsoladamente.

La porcelana  que sujetaba en sus manos le recordó su viaje a  Marruecos y entonces voló hasta allí para encontrarse de nuevo junto a él. Uno a uno estrelló los platos queriendo consolar así la rabia del momento.  Sentada en el suelo mojado donde los trozos de loza se habían desperdigado por todos lados, no tenía consuelo  y permaneció allí sin tener consciencia del tiempo. Luego cogió el delantal que llevaba puesto para secar las lágrimas de sus ojos y cara comprendiendo que siempre habría alguna cosa que le recordaría a él, y era absurdo querer hacer desaparecer los objetos cuando no podía de ninguna de las maneras dejar de pensar en él… Abrió la ventana y  sujetando la escoba firmemente se  puso a barrer la loza del suelo.

Pero los quehaceres rutinarios traicionan las intenciones de la consciencia haciendo aparecer una y otra vez  el mismo pensamiento que nos atormenta,  se vuelven recurrentes y Lucía no pudo darse cuenta de que empezó a  reprocharle a su amor de nuevo el abandono,  y sobre todo,  que no quisiera estar en este mundo para seguir junto a ella como ella estaba segura que habría hecho a pesar de todas las vicisitudes que se  presentaran. Pero él la había engañado todo el tiempo, le creía tan vital, tan equilibrado, no había motivos económicos ni sentimentales que le hubieran empujado a hacer algo así. De ser económicos tras su muerte ella se habría enterado. Así que este no era el caso. Y tampoco podía ser de índole sentimental pues no había ningún problema entre ellos, todo lo contrario, pensó. Uno no se suicida por un amante sin pasar por un ataque de melancolía, una mujer siempre sabe cuando hay otra entre ella y su hombre.  Sabía que no la había. ¿Entonces qué pudo pasarle? Tal vez pudiera ser cosa de terceras personas de su vida laboral, pero ¿qué habría podido ocurrir que no le hubiera contado a ella? Algo  tremendo,  eso era……Tendría que ir allí,…. a su despacho y buscar a ver si encontraba algo.


Lucía, era médico forense del hospital Central, se había instalado en la ciudad hacía cuatro años para emprender una nueva andadura, siempre quiso volver a su ciudad, y la oportunidad llegó cuando le propusieron ocupar un puesto de mayor prestigio. Viajaron desde los Ángeles, ciudad natal de su marido a Europa, Barcelona. Su marido, una vez más le demostraba que sin ella no importaba lo demás,  Lucía se preguntaba  si también habría hecho lo mismo llegado el momento,  era afortunada de tenerle por compañero,  para ella esta oportunidad de volver a su tierra le permitiría  crecer  profesionalmente.  Que él estuviera de acuerdo en dejar su ciudad para estar con ella, le pareció un gran gesto de amor.


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