María, era adicta a las compras. Todos los días, daba un
paseo como una parte de su terapia.
Caminaba por la calle entre escaparates procurando
ignorarlos, se los conocía de memoria y podía nombrar de principio a fin todas las
tiendas que había en esa calle. “Ahora, mi zapatería….”, le volvían loca los zapatos, y no pudo resistir echar un vistazo al escaparate. Y allí las
vió, “¡Qué botas!, son unas botas divinas al 50% ¡vaya
ganga!”, “seguro que nunca las volveré a ver a este precio”. Desde el interior
de la tienda, una jovencita cogía una de las botas del escaparate, y ella sintió un pellizco en el corazón. “¡eh! yo las ví primero” y sin
darse cuenta, ya había entrado en la
tienda y tenía la otra bota en la mano.
“¡Qué piel tan suave! El color es perfecto. ¡Oh!, ¡pero, mira, mira qué tacones!, ¡por dios,
son divinas de la muerte!... y casualmente
son de mi número, ¡eso seguro que es una señal!” pensó yendo en busca de la
dependienta para pedirle la otra y probárselas.
-Sí no está en el
escaparate -. Le dijo la dependienta -, la
tendrá una clienta...
-Pues, déme unas del mismo número, … ¿Cómo? ¿no hay más?
- No, ese, es el único par que ha quedado, ¡por eso están a
ese precio!
“Ay Dios mío, esa lagarta se va a quedar con mis botas,
tengo que hacer algo”
La muchacha, se había quitado sólo un zapato para probarse
la bota, y ella se quedó mirándolo. Frente a ellas dos, había un cajón con un
montón de zapatos sueltos de saldo y vió la oportunidad: cogió el zapato de la
chica y lo escondió dentro del montón. Luego, en un acto de posesión se puso la
otra bota. Y esperó,… esperó,…
La chica le sonrió señalando la coincidencia de que cada
una de ellas tuviera puesta una de las botas.
“¡Joder María, disimula! Pon cara de que son horribles y que a ella le
sientan fatal,… ¡anda!, me la está
señalando”
Movida por un ansia viva que podía más que su voluntad, regresó al mostrador.
-Señorita, tengo prisa y quiero que aparezca la bota.
Y cuando volvió a sentarse, la chica que aún llevaba la
bota puesta, le dedicaba otra sonrisa.
“ !Juas!, tú ríe, ríe, que verás cuando busques tu zapato”
Llevaba 20 minutos allí,
y no podía esperar más,….pensó que aquel “tira y afloja” al final estaba
jugando en su contra…. “Maldita edad del pavo, ahí está, claro qué prisas va a tener ella, mírala, ahí haciendo tiempo a ver si me aburro y me
voy. Pues no sabes tú bien que yo soy como Job, niñata. Yo de
aquí no me voy sin las botas”
La chica, por fin se quitó la bota. Y no encontraba su otro
zapato.
- No lo entiendo, si lo dejé aquí.
Buscaba por todos lados
preguntándole a todo el mundo, también a ella.
-Oiga, ¿No ha visto usted un zapato como éste?
-¡No!, ¡qué faena! ¿No se lo habrán llevado?
-¿Llevárselo?, ¡Uy!... pues, eso no lo había pensado….Es que
no puedo entenderlo, si lo dejé aquí.
La pobre no paraba de ir de aquí para allá buscando su
zapato.
-No te apures mujer, verás como aparece.
Todo el mundo en la zapatería se puso a buscarle el zapato,
momento en el que ella aprovechó para hacerse con la bota e ir a pagárselas a
la dependienta.
-Son 300 euros.
Dijo la dependienta acercándole el ticket y las preciadas botas.
Dijo la dependienta acercándole el ticket y las preciadas botas.
Y en un momento, el “subidón de adrenalina”
que instantes antes había elevado su moral al mismísimo cielo, la estrellaba estrepitosamente al abrir su monedero. “¡maldita terapia de los cojones! ¿Cómo voy a pagar las
botas? ¡Si me alumbran cincuenta euros!”
Y con los ojos húmedos y el rictus acongojado, afrontó la
tribulación frente a la dependienta.
-¡Uy, Pero, qué tarde se me ha hecho!…estoy viendo que ahora
no me va a dar tiempo, ¿eh? …uf. Mira,… mejor
déjalas ahí ¿eh?...que ya vendré otro
día con más tiempo.
Y antes de salir por la puerta se fue a buscar a la chica.
-Carita de ángel, en ese
montón está tu zapato, y las botas te están esperando en el mostrador.
“¡Y Yo, Ahora mismo me voy a comprarme unas bragas para que
se me pase el disgusto!”
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