sábado, 24 de agosto de 2013

Mi reino por esas botas


María, era adicta a las compras. Todos los días, daba un paseo como una parte de su terapia.
Caminaba por la calle entre escaparates procurando ignorarlos, se los conocía de memoria y podía nombrar de principio a fin todas las tiendas que había en esa calle. “Ahora, mi zapatería….”,  le volvían loca los zapatos,  y no pudo resistir  echar un vistazo al escaparate. Y allí las vió, “¡Qué botas!, son unas botas divinas al 50%   ¡vaya ganga!”, “seguro que nunca las volveré a ver a este precio”. Desde el interior de la tienda, una jovencita cogía una de las botas del escaparate, y ella  sintió un pellizco en el corazón.  “¡eh! yo las ví primero”  y  sin darse cuenta,  ya había entrado en la tienda y tenía la otra bota en la mano.


“¡Qué piel tan suave! El color es perfecto. ¡Oh!,  ¡pero, mira, mira qué tacones!, ¡por dios, son  divinas de la muerte!... y casualmente son de mi número, ¡eso seguro que es una señal!” pensó yendo en busca de la dependienta para pedirle la otra y probárselas.

 -Sí no está en el escaparate -. Le dijo la dependienta  -, la tendrá una clienta...
-Pues, déme unas del mismo número, … ¿Cómo? ¿no hay más?
- No, ese, es el único par que ha quedado, ¡por eso están a ese precio!
“Ay Dios mío, esa lagarta se va a quedar con mis botas, tengo que hacer algo”

La muchacha, se había quitado sólo un zapato para probarse la bota, y ella se quedó mirándolo. Frente a ellas dos, había un cajón con un montón de zapatos sueltos de saldo y vió la oportunidad: cogió el zapato de la chica y lo escondió dentro del montón. Luego, en un acto de posesión se puso la otra bota. Y esperó,… esperó,…

La chica le sonrió señalando la coincidencia de que cada una de ellas tuviera puesta una de las botas.
“¡Joder María, disimula!  Pon cara de que son horribles y que a ella le sientan fatal,…  ¡anda!, me la está señalando”

Movida por un ansia viva que podía más que su voluntad, regresó al mostrador.
-Señorita, tengo prisa y quiero que aparezca la bota.

Y cuando volvió a sentarse, la chica que aún llevaba la bota puesta, le dedicaba otra sonrisa.

“ !Juas!, tú ríe, ríe, que verás cuando busques tu zapato”

Llevaba 20 minutos allí,  y no podía esperar más,….pensó que aquel “tira y afloja” al final estaba jugando en su contra…. “Maldita edad del pavo, ahí está, claro qué  prisas va a tener ella, mírala,  ahí haciendo tiempo a ver si me aburro y me voy.  Pues  no sabes  tú bien que yo soy como Job, niñata. Yo de aquí no me voy sin las botas”

La chica, por fin se quitó la bota. Y no encontraba su otro zapato.

- No lo entiendo, si lo dejé aquí.

Buscaba por todos lados  preguntándole a todo el mundo, también a ella.

-Oiga, ¿No ha visto usted un zapato como éste?
-¡No!, ¡qué faena! ¿No se lo habrán llevado?  
-¿Llevárselo?, ¡Uy!... pues, eso no lo había pensado….Es que no puedo entenderlo, si lo dejé aquí.

La pobre no paraba de ir de aquí para allá buscando su zapato.

-No te apures mujer, verás como aparece.

Todo el mundo en la zapatería se puso a buscarle el zapato, momento en el que ella aprovechó para hacerse con la bota e ir a pagárselas a la dependienta.

-Son 300 euros.

Dijo la dependienta acercándole el ticket y las preciadas botas.

Y en un momento, el “subidón de adrenalina” que instantes antes había elevado su moral al mismísimo cielo, la estrellaba estrepitosamente al abrir su monedero. “¡maldita terapia de los cojones! ¿Cómo voy a pagar las botas? ¡Si me alumbran cincuenta euros!”

Y con los ojos húmedos y el rictus acongojado, afrontó la tribulación frente a la dependienta.

-¡Uy, Pero, qué tarde se me ha hecho!…estoy viendo que ahora no me va a dar tiempo, ¿eh? …uf. Mira,… mejor déjalas ahí ¿eh?...que  ya vendré otro día con más tiempo.

Y antes de salir por la puerta se fue a buscar a la chica.

-Carita de ángel, en ese  montón está tu zapato, y las botas te están esperando en el mostrador.

“¡Y Yo, Ahora mismo me voy a comprarme unas bragas para que se me pase el disgusto!”

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