Aquella mañana me encontraba en el centro, en la esquina entre el Duque y Trajano a punto de estacionar el taxi en la parada y vi que desde la acera, una rubia hizo una señal con la mano requiriendo mis servicios.
Cogí de la guantera mis gafas y me puse una gran mascota negra que llevo siempre en el asiento delantero, y encendiendo los intermitentes, puse cuidado de parar a su altura.
No tuve la suerte de ser bien parecido, así que una noche en la que me bebí la bodega del Antoñín, me tatué como los zahories ¿o eran Mahories?....Total, que ahora, a la luz del día, mi cara es como un mapa de esos piratas que abordaban galeones españoles.
La gente sube a mi coche porque lleva cristales ahumados pero una vez dentro la mayoría huye despavorida. Así que jalé la mascota y me ajusté las gafas, de manera que sólo asomaba de mí una poblada barba.
"La carrera será buena, al aeropuerto. Sube la bandera y estate calladito hasta que ella pregunte.....Shuuu, ¡No!, es imposible que ella quiera tu larga barba. Deja de pensar esas tonterías."